Ahí vamos tirando

    02 ene 2021 / 16:56 H.
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    Comenzar un año es cómo enfrentarse a una página en blanco, o para expresarlo de una manera más amable, y no caer ya desde el principio en símiles un tanto desafiantes, sería como abrir una ventana para contemplar ese paisaje idílico que todos quisiéramos tener cerca de la mirada. De hecho todos, o casi todos, nos deseamos un feliz año nuevo, con más o menos convencimiento. Aquel que afronta esa hoja sin escribir, para intentar decir algo, comunicarse, contar, o que lo comprendan los demás, sabe a lo que se expone, porque es difícil, por no decir imposible, que pueda lograr la empatía general, y si así lo pensara, es que peca de ingenuidad o de excesiva autocomplacencia. Sin embargo quiero pensar que cuando abrimos ese ventanal con el advenimiento del nuevo año, hay un sentimiento general de buenos deseos compartidos, aunque después la vida de cada uno de esos días de los que esperamos lo mejor, nos dan o nos quitan a cada uno lo que nos ha tocado en suerte. Lo pasado, pasado está, se suele decir muchas veces para escapar de alguna memoria ingrata que arrastra malos momentos, o para zanjar algún recuerdo que nos incomoda. No es nada más que un artificio de defensa para solapar muchas evidencias que quizás debiéramos asumir para aprender y reconocer lo débiles que somos. Tampoco es saludable para nuestros biorritmos regodearse en el infortunio permanente como proclaman científicos, psicólogos y algunos hechiceros aficionados a las cosas del espíritu. En consecuencia, somos nuestro propio rompecabezas donde siempre falta una pieza en completarlo, para divertimento y capricho de los dioses regocijantes. Pero sin entrar en mayores trascendencias, convendría para optimizar recursos, equilibrar justamente la balanza de pagos y evitarnos la mala baba, limitarse al análisis y contemplación del año inmediatamente anterior que vivimos, a nuestro pesar, peligrosamente y en continua zozobra, y a la página siguiente donde ya nos encontramos que está por vivir, por escribir. No olvidemos algunos hechos positivos que nos mostró el aciago 2020, pensemos en aquellos aplausos para los profesionales de la salud, recordemos también el reconocimiento que por exigencias del guión hicimos a todos aquellos trabajadores que nos facilitan la vida diaria, en todos los sectores y categorías, pensemos en aquellos primeros días cuando un mal extraño y lejano se asomaba por China y que todos aquellos chinos “enmascarillados” eran un tanto exagerados y respondían al adoctrinamiento de un régimen autoritario, y reconozcamos que todos los males del mundo son nuestros en cierta medida, aunque por comodidad no queramos verlos, a no ser que su pestilencia entre por la puerta de nuestras casas. En fin, yo quería escribir la canción más hermosa del mundo, pero ya sólo me salen coplillas populares y cantares de ciego. Feliz vacuna nueva.

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