Agua de
la Imora

    15 dic 2021 / 16:36 H.
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    Tenemos un paraje, como tantos otros por estos lares, del que mana agua bendita para poder elaborar al mundo entero una bebida de monjes de altísima calidad. Son efluvios de una naturaleza cuidada y cercana que los sabios maestros cerveceros, continuadores de la tradición jaenera, transformados en el brebaje de la Imora. Por eso, se convierte en el paraíso del maridaje, aunar a la hora del Ángelus como diría mi gran amigo Isidro, patatillas, aceitunas o alcaparrones, junto a ese elixir con cebada, sea en botella o lata, con el Castillo de Jaén por logotipo. ¿A que sí, a que las estrellas Michelin a poco pueden superarlo? Yo diría que nos lo pueden igualar, seamos sinceros, pero no mejorarlo. Se trata del sabor del mismo carácter que el de sus habitantes, duros como el agua que la compone y forja tragos inigualables cuando está fresquita, fresquita. Recordamos aún con amargura como quien pierde un amigo, la mala noticia, aún inexplicable, del abandono de su producción, así como también nos congratulamos cual nacimiento de una niña sana, su renacer fortificado. Hay muchas, casi tan buenas, pero como la nuestra, no nos sabrá jamás ninguna.



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