¿Adiós octubre, adiós!

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Al fin se despide este octubre veraniego sin haber tenido la gracia de dejarnos unas gotas de agua. Nuestras sufridas olivas tienen sed. La agricultura es así, depara abundancia o sustos, esto bien lo saben los olivareros de estas tierras. Los campos de Jaén son nuestro orgullo y están secos. Cuando nos visitan de tierras extrañas y quedan atónitos al contemplar las grandes extensiones de olivares que nos circundan, ni falta hace oírles las consabidas palabras de admiración que se les escapan (ya lo sabemos de sobra). Se les llenan los ojos y los sentidos de los quietos y mansos olivares de Jaén. Paisajes jiennenses únicos en el mundo. De sobra sé que Andalucía es olivarera, pero Jaén y toda su provincia se ha dedicado de lleno por los siglos de los siglos a este tipo de agricultura. Mima a sus olivos, y los cultiva con el calor y el dolor como si fuesen un vástago más de la familia. Jaén está mimetizado con su oliva y de él vive, en sus tierras con más de 66 millones de olivos. Es justo que se le llame la primera ciudad del mundo en aceite de oliva. Por tanto, después del caluroso verano y un octubre “tan luminoso”, no estamos para hacerle palmas. La falta de agua merma al fruto, adelgaza y arruga a las aceitunas y esto, ni pizca gracia nos hace.

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