Adiós, Miami

21 sep 2017 / 10:07 H.

Era el año 1975 cuando fui a vivir a la plaza de los Jardinillos (entonces Queipo de Llano). En aquel edificio, que construyó Juan Bautista Castellano, ya estaban los bajos tapiados de ladrillo, a la espera de ser gestionados para sus respectivas actividades. Uno de ellos fue la cafetería Miami, que abrió unos cinco años después. Sus propietarios eran dos socios, Antonio y Pepe, de los que durante muchos años fui su cliente, su vecino y su amigo, aunque la amistad aún perdura, más fuerte aún que en aquellos inicios. Desde hace casi 40 años, el Miami fue el punto de encuentro con mis amigos y quienes querían establecer algún contacto conmigo. Yo solía decir que allí tenía establecido mi apartado de correos, para evitar que las gentes tuvieran que bajar al Puente Tablas para cualquier recado.

Desde hace unos días, el Miami ya es historia. No es que haya cerrado sus puertas, pero sí cambió de dirección y de nombre. Antonio, uno de los socios primitivos, se jubiló hace pocos años y ahora le llegó el turno de “pasar a mejor vida” al otro socio, Pepe. Bien merecen hacer un alto en el camino en una profesión que tanta dedicación y tantas horas necesita. Ahora la cafetería se llama Los Jardinillos y su nuevo propietario es Juan Gabriel Morales, un mozo de 38 años, sobrino de Pepe, con quien ha estado trabajando durante los últimos años. El cambio se notará menos, porque, aunque el local ha sido restaurado, ya existe amistad con su dueño, y seguro que los clientes que eran lo seguirán siendo, porque no creo que a mi entrañable Manolo el torrecampeño le hagan cambiar su lugar preferido para la cerveza del mediodía.

Sería interminable hacer una lista de las tertulias habituales con muy buenos amigos que tuvieron lugar en el ya desaparecido Miami. Sólo recordaré a Pepe Muñoz Tortosa, recientemente fallecido. Ahora inicia su andadura la cafetería Los Jardinillos. Y es de esperar que se mantenga la fidelidad de los clientes antiguos. Juan, el nuevo propietario, es un esmerado profesional que, a las buenas maneras —y las buenas tapas— aprendidas de su tío Pepe, añade otras cualidades que él aportará para mantener la línea familiar. Yo sigo haciendo mi visita habitual cada vez que subo a la ciudad y, salvo algunos detalles en la decoración, el buen ambiente sigue reinando. Así que adiós al Miami y mi bienvenida a Los Jardinillos.