¿Adiós al populismo?

Llegó el final de Trump como presidente de Estados Unidos. Se ha ido ya. ¿Se fue también con él el populismo en la política? Difícil respuesta. Según E. Adamovsky el término populismo es un término que se utiliza para definir una serie de fenómenos políticos muy diferentes, que no tienen nada en común, y que agrupan tanto a alguien autoritario, misógino, de derechas y xenófobo como Donald Trump, cuanto a un partido totalmente opuesto como Podemos. La política populista agita y se dirige a sentimientos más que a razonamientos y rechaza con violencia aquellos comportamientos que no favorezcan más que a las élites. En medio de grandes escándalos de los grupos de presión, del dinero “negro”, del abuso del gasto parlamentario, de los discursos lucrativos en provecho de los principales bancos y de la política de puertas giratorias, en la que los antiguos políticos aprovechan sus contactos para financiar acuerdos privados, ¿acaso es de extrañar que numerosos ciudadanos hoy en día cuestionen abiertamente la integridad de sus representantes? Estos comportamientos son terreno abonado para populismos, tanto de derechas como de izquierdas, y nos lleva a radicalismos e intransigencias. Contra tales populismos solo cabe comportamientos éticos.