Actos incívicos

    30 jun 2021 / 14:03 H.
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    Hace tan solo unos días, algunas de las plantas del Paseo de la Estación de la capital fueron arrancadas y amanecieron a las puertas de una sucursal bancaria. El pasado sábado por la noche, en el parque del Bulevar dedicado a Juan Pablo II, alguien o algunos, tuvieron la feliz idea de arrancar varios tablones de gran tamaño y arrojarlos a la alberca de la zona. El último domingo, sobre las once de la mañana, un colchón ya esperaba ser recogido al lado de un contenedor de basura, en la zona del Bulevar, que ocupaba toda la acera y no permitía el paso de los peatones; una mujer, ya adulta, depositaba sobre dicho colchón electrodomésticos inservibles, y no creo que fuera el camión del Ayuntamiento a recogerlos en día festivo; otro acto incívico. No aprendemos. Cuando leemos noticias relacionadas con estos actos vandálicos normalmente se piensa en jóvenes desalmados que destrozan la ciudad, y los pueblos también, porque en Arjonilla, sin ir más lejos, han solicitado la instalación de cámaras de vigilancia en algunas zonas. Y lo cierto es que también hay muchos adultos desalmados que tampoco aprenden los buenos modales de convivencia, por lo que tampoco saben enseñarlos de forma eficaz a los más jóvenes para que cunda el ejemplo. Un ejemplo tan sencillo como el evitar tirar la basura a cualquier hora del día, todavía nos queda mucho por aprender. Estamos tan acostumbrados a ver calles tan sucias que cuando vamos a algún lugar con sus calles limpias nos sorprendemos y lo valoramos. Lo suyo es identificar a quienes destrozan el mobiliario y que lo paguen de su bolsillo; pero también lo suyo es poner más énfasis en educar más y mejor. Y ya dicho de paso, no estaría nada mal que cuando nos juntemos más de tres personas en algún lugar, sea la terraza de un bar, en un concierto de música, en una cancha de deporte, o viendo alguna procesión, nos comportemos como si estuviéramos en casa y no dejemos ese rastro de suciedad que tanto nos caracteriza cuando festejamos algo en masa. ¿Tan difícil es tener una mente limpia que nos impida ensuciar y destrozar? Respeto, ¡bonita palabra!

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