Aceptarse o perder

    17 nov 2019 / 12:20 H.
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    El psicólogo estadounidense Abraham Maslow definió dos tipos de necesidades de estima, una alta y otra baja. La alta implicaba libertad e independencia, mientras que la baja se alimentaba del reconocimiento y la fama. Un hombre se sentiría pues, realizado, cuando menos necesite de los demás y más de sí mismo; cuando su humor no requería dosis alguna de cinismo y su independencia cultural esté, irremediablemente, acorde con su necesidad de intimidad. A día de hoy necesitamos vender nuestra vida, algunas veces por dinero y otras tantas por autoestima. No queremos definirnos pero sí sentirnos apreciados por los demás, lo cual se lo debemos a una envidia que nos vende un resultado cuyo esfuerzo no queremos asumir. Un envidioso es como un buen boxeador que siempre pierde. Cuando se encuentra en desventaja recorta distancias, golpea y se retira; mientras que cuando sus brazos tienen mayor alcance, gusta de golpear manteniendo la distancia y bailando alrededor del otro púgil. El hecho de que siempre pierda se debe a que nunca termina de pelear y de que su contendiente es él mismo. La envidia nos eleva, sí, pero solo para dejarnos caer.

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