Acción contra el edadismo

10 abr 2024 / 09:00 H.
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Antes de reaccionar ante un problema de discriminación es imprescindible tener conciencia de que esa discriminación se está produciendo, porque de lo contrario tendemos a interiorizar el maltrato o el trato inadecuado como algo normal y eso nos inmoviliza para actuar e intentar cambiar las cosas. Ha ocurrido históricamente con la violencia de género, hasta el punto de que Miguel Lorente, en su libro titulado “Mi marido me pega lo normal”, describe cómo esta violencia estaba interiorizada como un comportamiento habitual y normal por parte de muchas mujeres que la sufrían. Actualmente las personas mayores, y por ende todas las demás, se encuentran ante una falta de concienciación sobre el edadismo y eso hace que los comportamientos discriminatorios que sufren las personas mayores se acepten como algo normal, independientemente de que estos comportamientos provengan de las instituciones, de los profesionales o del ámbito familiar. De ahí la importancia de informar, sensibilizar y concienciar para identificar estas situaciones, tomar partido y evitarlas.

El pasado mes la Fundación Helpage España presentaba un informe sobre esta cuestión al hilo de un servicio estatal sobre atención e información a personas mayores, el 900222222. Una de las reflexiones que se me ha quedado grabada de este informe proviene de una de sus usuarias que plantea lo siguiente: “¿Y si nosotros, los viejos, fuéramos también capaces de diseñar nuestro futuro y no solamente ese futuro restringido que nos preparan? Tenemos el derecho de reivindicar tanto como de esperar. Dejemos de aceptar que nos traten como no sujetos”. Esta reflexión es toda una declaración de intenciones y da idea de cómo nos ven y nos tratan a medida que cumplimos años, a pesar de que se supone que nuestros derechos no cambian y seguimos siendo las mismas personas, con nuestros anhelos y proyectos vitales. La mayoría de los problemas que las personas mayores denuncian están relacionados con el acceso a prestaciones y servicios, pero también se denuncia un gran problema de brecha digital que afecta al acceso a servicios esenciales. A esto se suma la precariedad en todos los asuntos relacionados con los cuidados, consumos y actividades que se restringen por la edad de manera injustificada y otros asuntos relacionados con la soledad no deseada, la salud, la accesibilidad y casos de abuso y maltrato directos. Las personas mayores se sienten muy desorientadas ante la evolución de sus propios ciclos vitales. Cuando se observan esos problemas, no se suelen denunciar ni a la fiscalía, ni a los médicos, defensores del pueblo u otras instancias. No se sienten seguros para ello. A las personas mayores les cuesta reconocer e identificarse como personas discriminadas. Perciben ese trato diferente y en ocasiones discriminatorio como algo normal. Sin embargo, se denota inquietud frente a la jubilación, porque sienten perder autonomía y derechos. Y hay algo aún más grave que es la total invisibilidad de las situaciones de abuso y maltrato de las que son víctimas (el 20% según algunos informes). Por todo ello es importante visibilizar el edadismo, verbalizar los problemas, informar, sensibilizar y concienciar. Toda esta realidad tiene un nombre porque el problema no es la edad, el problema es el edadismo. Según la OMS, una de cada dos personas en el mundo somos edadistas, hagámonoslo ver.

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