Abril, mes de la vida

    23 abr 2021 / 10:18 H.
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    Abril, mes en el que el campo fructifica. Cuando miro los olivos florecidos en primavera, respiro el aire henchido con los aromas de las flores silvestres que adornan los campos cubiertos de verdor, escucho el trinar de los jilgueros que revolotean entre los chaparros y el susurro del viento entre los chopos de la ribera, adivino los rumores de la vida que fluye y se esconde en los regatos y veredas, gozo de todo lo que vivo y vive a mi alrededor porque un año más estamos en abril, tiempo en el que todo comienza, y entonces siento latir en mí el alma de mi tierra. ¡Oh Jaén! Tierra de mis recuerdos sempiternos, tierra donde nací y quise siempre vivir, tierra que extraño cada día y que de continuo tengo en el pensamiento porque allí está todo aquello que echo en falta y tengo en el deseo.

    Abril, mes de la vida nueva, cuando los campos florecen, cuando los jaramagos compitiendo con el rubí de las amapolas tempranas llenan de oro y sangre el horizonte, cuando los espárragos silvestres brotan en los padrones sombríos y entre las zarzas del río, cuando los habares dan sus más tiernos frutos, esas habitas verdes que saben a gloria bendita en todas las casas del pueblo donde se cocinan con nuestro aceite de oliva, adobadas con el cariño y el primor que tan delicado manjar requiere. ¡Oh Jaén!, tierra donde la gastronomía se engrandece día a día con el trabajo y el buen hacer de nuevas generaciones de profesionales de la restauración que aplican su saber culinario recreando recetas antiguas que poco a poco van mejorando hasta la perfección para así conseguir exprimir todos los sabores y ofrecer lo mejor de nuestra cocina a todos aquellos que se acercan a nuestros pueblos y ciudades.

    Abril, mes en el que los almendros floridos han dado paso a las allozas tempranas, las perdices preparan sus nidos en las lindes y padrones, con los días ya crecidos en los que las primeras tórtolas arrullan entre las ramas de los olivos, buscando el mejor enclave donde construir su nido; es tiempo de verdor y de esperanza, mes que nos depara un futuro que nace cada día entre los troncos robustos de las olivas centenarias donde crecen las costeras que soportan los retallos de hogaño donde la espiguilla nueva lucha por llegar a ser flor allá por mayo, promesa de aceituna de junio y realidad de aceite de otoño e invierno, ese producto tan noble y deseable que define el bienestar, el trabajo, el ser y el vivir de toda la provincia.

    Abril, mes de la romería que cada año nos lleva a las entrañas de la Sierra Morena, al santuario donde rendimos homenaje a nuestra Virgen de la Cabeza, la Morenita, Reina de la serranía que desde la Edad Media allí nos espera para darnos su bendición entre jaras en flor, pinos y carrascas, peñas de granito y dehesas donde pastan los ciervos que se asoman al Jándula. Hermosa fiesta campestre con motivo religioso que celebramos el último domingo de ese mes, tradición citada en “Los trabajos de Persiles y Sigismunda” por Cervantes, quien según parece asistió a la celebración de la romería del año 1592, coincidiendo con el final de su etapa de comisario de abastecimiento comprando cereales por orden real en la provincia de Jaén, para abastecer las galeras que hacían el viaje a las Indias, ingrata tarea que le llevó a enfrentarse con algún que otro corregidor e incluso con la Iglesia, hecho luctuoso que acabó con sus huesos en la cárcel de Sevilla, donde entre pícaros y maleantes, sin duda alguna comenzó a escribir El Quijote, obra la que según mi opinión describe hechos, tales como el encuentro en el Convento de la Peñuela con la comitiva que transportaba el cadáver de Juan de la Cruz en su postrer viaje a Segovia, paisajes, ventas, costumbres y comidas propias de la provincia de Jaén que acababa de recorrer pues existen documentos que prueban que entre el otoño de 1591 y la primavera de 1592 visitó ciudades y pueblos de la provincia tales como Jaén, Porcuna, Villanueva del Arzobispo, Úbeda, Begíjar, Andújar y muchos otros, dejando las huellas de su paso y de los arrieros que con sus recuas transportaban los cereales que compraba en ellos camino de Sevilla donde se abastecían las naves antes de partir para América. ¡Oh Jaén! siento tu llamada y sufro el abandono en el que estas sumido, también lamento que alguno de tus pueblos seas ingrato con aquellos que luchan por engrandecer su vida y su historia, incluso con sus mejores hijos a los que a veces se desprecia.

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