Abogar por la lectura

    18 dic 2019 / 08:55 H.
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    No existe imagen más atractiva, que la de un adolescente leyendo un libro. No hay nada que produzca más placer intelectual que abrazar las palabras en forma de trazos formando páginas, deslizar el dedo por sus hojas y cambiar la identidad semántica por el trastrueque interpretativo de nuestras peculiares neuronas de acérrimos lectores, eso sí, mientras impregnamos el pensamiento de esa imagen formada tras la sutil asimilación del trazo escrito que da lugar a la imagen, al pensamiento y a la necesaria evasión mundana. Escribir es un arte, pero no de menor categoría es el leer, sucumbir al placer de una escena mental en la que cada uno de nosotros, en la que cada una de vosotras, interpela a su intelecto, a su yo más profundo emprendiendo el más sublime de los viajes: el que la mente abona con tintes eminentemente personales, concretos e intransferibles. Vivimos en una realidad en que hace falta los sueños, ¡soñar despierto!, viajar a mundos que nos suponga indagar en lo que otros autores y otras autoras nos proporcionen a través de su talento de privilegiados escribas a través de lo que alguien convino en llamar inspiración. ¡Qué razón llevaban los clásicos cuando decían que la inspiración, cuando llegase, habría de pillarles trabajando, laborando, emprendiendo nuevamente su “viaje a ninguna parte”, entendiéndose, esto último, en el más lato sentido de su expresión, en el menos restrictivo, cuando menos, en el que nos permita recomponer la escena: un mar distinto, un cielo en consonancia con nuestro estado anímico, un personaje que retrata el instinto básico del ser humano, en su esencia más pura o, por el contrario, difuminada por una particular intencionalidad del autor o autora en su pretensión de desafiar la realidad, fusionándola, al mismo tiempo, con el intelecto, todo ello en forma de latidos, como los del corazón, pero en esta ocasión, bombeando palabras que salen, se detienen en el trazo y regresan no sabiendo muy bien quiénes serán los receptores de esa transfusión de arte. Emprendamos, este viaje, todos juntos, todas juntas y en lugar de móviles caros, compremos en estas Navidades libros, que cuestan menos y enseñan más, pero mucho más.

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