Abogados de secano

10 feb 2022 / 16:37 H.
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Con esta lamentable sequía están aumentando los abogados de secano. Como champiñones en la larga noche de los tiempos. Mucho hablar y hablar, más bien cacarear, pleitear, pero poco decir, perennemente con escasa sustancia, todo por dentro falsos y recubiertos de una pátina de veracidad, una capa de engañabobos, porque es muy fácil criticar pero muy difícil construir en positivo algo sólido. Charlatán y simpaticón, al abogado de secano le sobran leyes, como a un leguleyo, porque es muy sabihondo, es decir, presumiendo de saber mucho, o de saber más de lo que en realidad sabe. En el oficio de criticar es una institución, máster del blablablá, y se necesita solamente un toque de habilidades lingüísticas y retranca, con sus respectivas frases lapidarias, combinando cuatro ideas sueltas y deslavazadas de manera contundente o chocante para llamar la atención de quien te escucha con cara de bobo y con la boca abierta. Un auditorio ávido de fruslerías y espejitos de poca monta. Resultones dando el pego. Los abogados de secano tienen esas cualidades y se camelan a aquellos que les interesa con cuatro frases cargadas de dudosa autoridad moral y cuatro citas pseudohistóricas de Federico Jiménez Losantos o Pío Moa cogidas por los pelos o por las pinzas, alardeando de verdades como puños... El abogado de secano, además, presume de lector, y puede ser incluso que pasara “las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”. ¡Son tan inteligentes los abogados de secano...! ¡Saben tantísimo...! De hecho, ostentan gran memoria para lo que les conviene, y cuando no son amnésicos, siempre urdiendo con sus compinches alguna jugada maestra para descabalar por completo a su adversario, ya sea de su propia facción, camarilla o partido, o ya sea directamente rival. Gente innoble y sin escrúpulos aunque vaya bien vestida o engominada, aunque sonría o te eche el brazo por el hombro en señal de confianza, que es confianza falaz, porque ha llegado todo lo lejos que se puede llegar, manipulando sus currículo y engatusando a quien se haya terciado, trepando como animales trepadores por los desfiladeros más angostos... Esto del secarral de la jurisprudencia, el erial del derecho, posee extensos tentáculos en los más variopintos lugares e instituciones. Hay quienes pasan desapercibidos media vida, con bajo perfil y chupando del bote, y hay quienes llaman la atención rápidamente, descubriéndose el pastel. Los primeros son los peores, camuflados como lobos con piel de oveja; los segundos son de esos que pueden equivocarse en una votación electrónica y pulsar la tecla contraria a lo que desean, para luego echarle la culpa a qué sé yo. Aprovechados, vividores, mentirosos y oportunistas. Intrigantes envidiosos. Nefastos y nefandos. Insidiosos...

La demagogia es un arma muy antigua y viene usándose desde que el mundo es mundo, o sea, desde que las sociedades se conformaron en ciudades y comunidades unidas por algún vínculo cultural, lingüístico, político o económico. Se supone en ese sentido que la política es una tarea noble al servicio de los ciudadanos, y que de lo que se trata es de que el máximo de personas se beneficie del bien común, y que este se encuentre a disposición de todos con igualad de oportunidades. Se supone.

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