A Venus en un barco

    20 sep 2020 / 20:50 H.
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    Un texto de John Gray retomado en época de monólogos por Sinacio, “Los hombres son de Marte. Las mujeres de Venus”, recogía las diferencias entre quienes habitamos este planeta. Y lo hacía contraponiendo supuestas virtudes y defectos que desde tiempo inmemorial hemos ido adjudicando a nuestros vecinos estelares. Ya en época clásica, Marte daba nombre al dios de la guerra y englobaba la virilidad, la violencia, la valentía y la victoria. Pero Venus, a la sazón su amante en el Olimpo, era “la diosa” por excelencia en tanto en cuanto representaba el amor, la belleza y la fertilidad. Si bien Marte ha sido literaria e históricamente habitado por todo tipo de seres que han dado nombre a todos los extraterrestres, los marcianos, Venus tampoco se queda atrás. Desde Lovecraft a Edgar Rice Burroughs pasando por Asimov, los venusinos también se hicieron sitio en el imaginario popular. En realidad, Venus es un lugar inhóspitamente ardiente, un planeta poco o nada apto para acoger vida al estilo terrestre. Pero, maravillas de la ciencia, ahora parece que existe una remota posibilidad de que los venusinos existan. ¿Serán pequeños escarabajitos hominiformes resistentes a los casi quinientos grados centígrados con que la naturaleza dotó al planeta? No. A pesar de que a la Ciencia Ficción le encantaría imaginarlos, parece ser que la pista nos la ha dado una molécula, una simple macedonia de fósforo e hidrógeno que responde al nombre de fosfina. Es decir, que la fosfina nos ha hecho fosfatina, por seguir con el dicho popular. Que la ciencia no nos estropee la ficción, dirán algunos. Viva la imaginación futurista, dirán otros. No debería haber fosfina en Venus. Pero la hay. ¿Será una cósmica llamada de confraternización? ¿Nos esperará una futura “terraformación” en parcelas venusianas? Lo que si podemos afirmar es que, aunque el barco de Mecano nos acerque, Victoria Beckham no podría pasear por las avenidas de Venus. Opinó una vez que España no le gustaba ya que olía a ajo. Sorpresa. Ese es el aroma que tiene la fosfina. Los españoles somos bastante adictos a este condimento y, quizá, podríamos ser los primeros futuros habitantes del planeta. Nuestra pituitaria está ya acostumbrada a su olor y nuestros genes descubridores y colonizadores ya dieron muestras de su potencia en el pasado. Venus nos trae imágenes perturbadoras si nos dejamos sumergir en el mundo del arte. Hay algo que nos atrae con solo mencionar su nombre. De Botticelli a Velázquez pasando por Giorgione o Manet nos la han presentado cercana pero distante, atractiva pero inalcanzable y rodeada de un halo de enigmática irrealidad. Quizá así es la vida de ese planeta vecino que ahora nos depara una sorpresa inesperada.

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