A un ilustre ajedrecista

23 nov 2018 / 11:32 H.

Escribo estas líneas al atardecer de un frío y seco día de noviembre mientras sigo por Internet y escucho los comentarios de un gran maestro de ajedrez que analiza las diferentes jugadas realizadas hasta ahora y las posibles variantes que pueden seguir en la partida de hoy del Campeonato del Mundo que en estos momentos juegan en Londres, el actual campeón Magnus Carlsen y el aspirante al título Fabiano Caruana. Como es lógico suponer, el comentarista unas veces acierta con sus análisis las decisiones que van tomando los dos actores únicos de esta interesante partida y algunas otras veces se queda sorprendido por la línea que escoge el maestro de turno. En ajedrez cada jugada es siempre una decisión basada en el plan del jugador y el cálculo sobre las posibles respuestas del oponente, y las variantes elegidas por los grandes maestros suelen ser muchas veces ocultas y otras sorprendentes a los ojos y la mente de los espectadores por mucho que estos traten de analizar. Esa es la grandeza de este noble juego que tanta afición concita a lo largo del mundo. Al hilo de la partida, que hoy está de lo más novedosa en una variante poco jugada de la defensa Petrov, que como bien conocen los aficionados a este deporte, suele ser bastante común que acabe en tablas, recuerdo que a muchos grandes maestros, entre ellos a Carlsen y Caruana, los he visto jugar en Linares hace ya algún tiempo, cuando allí se celebraba cada año el torneo de Ajedrez “Ciudad de Linares”. Durante más de un cuarto de siglo, el nombre de Linares estuvo en la cima del mundo ajedrecístico pues en esa ciudad de nuestra tierra se organizó el mejor torneo de ajedrez posible, el Wimbledon del Ajedrez según las crónicas de la época, torneo que en muchas ocasiones fue de categoría XXI, la máxima según las reglas de la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez). Y en consecuencia no puedo dejar de recordar con mucho respeto, cariño y nostalgia a ese señor llamado don Luis Rentero que consiguió llevar el nombre de Linares, su pueblo, a ser conocido y visitado por gentes que acudían desde todos los rincones del mundo. Y quiero hablar de él porque a pesar de haber recibido de forma tan merecida la Medalla de Oro de Linares, creo que todavía por falta de perspectiva histórica y por esa tendencia de los pueblos a olvidar la valía de sus mejores hijos, no se ha reconocido y mostrado la grandeza de este personaje desde un punto de vista humano. Linares tiene una calle muy estrecha llamada Rentero, pero no está dedicada a él. Habría que dedicarle una gran avenida. Cuando yo era un niño, en los años 50 del pasado siglo, en la modesta tienda de comestibles que tenían mis padres en Torreblascopedro, conocí a Luis, que por aquel entonces era representante de un almacén de coloniales de la estación de Linares-Baeza, y viajaba con una motocicleta algo destartalada por los pueblos de la comarca vendiendo los productos de tienda en tienda. Su vida fue un camino de lucha y superación continua y triunfó como empresario y como persona. Seguí su trayectoria profesional y su ascenso social con admiración, pero mucha más emoción me transmitió siempre con su afecto cada vez que tuve ocasión de hablar con él, casi siempre en esos días de febrero en los que después de la recogida de la aceituna, alargaba mi estancia en el pueblo para disfrutar en el Hotel Aníbal de las partidas del Torneo de Linares. Allí cada tarde, Luis encontraba unos minutos para comentarme algún detalle de la jornada y anécdotas sobre los jugadores. Él siempre tuvo la deferencia de hacerlo conmigo porque sabía que la base de su negocio y su fortuna fueron esas modestas tiendas de pueblo, como la de mis padres a los que apreciaba, en las que comenzó a ganarse la vida. Luis fue un amante del ajedrez y gran divulgador de este deporte al que promocionó tanto como a su pueblo, pero sobre todo fue una persona buena y amable con todos. Mi último encuentro con él fue en el restaurante que tenía en el paseo marítimo de Marbella donde solía descansar. Soy aficionado al ajedrez y como todos los ajedrecistas disfruté mucho con su mejor obra, el Torneo de Linares, por eso, he de decir que el mundo del ajedrez estará siempre agradecido y en deuda con él.