¿A que no me conoces?

    12 oct 2023 / 08:56 H.
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    Amediados del pasado siglo, el Carnaval era una fiesta pasada por la censura en casi todas las localidades. Sólo se veían corros de jóvenes, fundamentalmente chicas, que entonaban coplillas zumbonas o patrióticas, ante la mirada tontuza de los zagalones, que rondaban las calles buscando a la niña que les gustaba. No todos éramos memos, pues no faltaban, tampoco, los chuletillas de turno. En los mismos corros se lanzaban unos a otros cacharros de barro mutilados, con un fondo estridente de ayayays, que se acentuaban cuando los trastos caían al suelo y se hacían añicos. Pero lo que más nos atraía eran los antifaces, que eran lo mínimo de los vetados disfraces. Y como siempre, las mozuelas eran las protagonistas. “¿A que no me conoces?”, era la frase característica de aquellos días. Se intentaba disimular o distorsionar la voz, pero casi siempre se averiguaba el emisor. Pero dejemos a un lado el juguete cómico y carnavalero. Lo de conocer a los demás es complicado, e incompleto; podría añadirse también, deficiente e insuficiente, y engañoso, pues casi todos disimulamos nuestras fragilidades. Nunca, o casi nunca, sabemos de los que nos rodean, ya sean pareja, amigos, compañeros, conocidos, íntimos, figuras... Nos sorprendemos ante reacciones impensables de los que usan la tribuna, el escaño, el estrado, el micrófono, el púlpito... Se les oye decir esto o lo otro y horas más tarde se les escucha lo contrario. La mayor parte de las veces hay incongruencia entre lo que expresan y lo que hacen. Se ha impuesto la argucia. Lo que más nos espanta son las salidas extemporáneas y los exabruptos, pero también las hay de heroicidad y valentía. Nos parece, en general, como si nos quitáramos el antifaz. Tan complejo como lo ya expresado es el conocerse a sí mismo. Acordémonos de aquel aforismo griego de la Antigüedad —aún presente—, que tanto utilizó Sócrates: “Conócete a ti mismo”. Cuántas veces nos sorprendemos ante nuestras reacciones, a veces decididas, a veces pávidas, casi siempre inesperadas e impensables. ¿A que no me conoces? Pues no.

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