A negociar, señorías

01 jul 2016 / 17:30 H.

Pues ya tenemos la respuesta a esta segunda convocatoria electoral. Los resultados de unas elecciones son la instantánea de tantos procesos emocionales como votantes. Un flash que muestra el sentir de la ciudadanía convocada justo para ese día o incluso para el momento en que cada uno fue a depositar su voto, y en él quedan reflejados todos, desde el que decidió no votar por desidia o el que votó nulo por desengaño o porque no encuentra quien lo represente, hasta el de piñón fijo que siente pasión por los colores y vota siempre igual, dejando al margen cualquier otra consideración y aunque nunca decida nada, porque su voto se ve contrarrestado por el que siempre vota igual pero en otro sentido; y en medio, el resto, los que resuelven quien debe gobernarnos o representarnos cuya decisión, más sesuda o más impulsiva, más constante o más hábil, ha dependido de un microcosmos particular para quedar ampliamente simplificada en un voto. Y el resultado es un cóctel de anhelos, temores, intereses, intenciones, motivaciones, incertidumbres agitados en las urnas y tratados impersonalmente por los reglamentos electorales, que arroja esa instantánea ya inamovible que gustará a unos más a otros menos, pero esto es lo que hay dentro del menos malo de los sistemas políticos, como conceptuaba a la democracia Winston Churchill, al que no me importa citar a pesar del Brexit. En los meses entre unas elecciones y las que nos han obligado a repetir, la instantánea ha cambiado, tal vez más de lo que cabría esperar en tan corto periodo de tiempo y dentro de unos esquemas similares, para sorpresa de casi todos. De ahí los errores en las encuestas. De ahí , de que en tiempos de crisis siempre hay matices que encauzan las emociones por otros derroteros alterando de forma apreciable la composición, y de que el personal está un poco harto de ese determinismo que influye en los resultados y no siente ninguna clase de rubor en mentir sobre su intención de voto. Pero lo que no ha cambiado afortunadamente y como preveíamos, es la necesidad de negociar para llegar a acuerdos de gobierno que nos preserven de abusos. Señorías, a negociar toca y aprovéchense de la experiencia.