A mi pequeña andaluza
No habías cumplido todavía los cuatro, Carmen, y ya me decías que eras ubetense porque eres de Úbeda. Esa es la primera identidad y ya la tienes interiorizada. Es aprendida, todas las identidades lo son, pero es la más natural, la más lógica, cuasigenética. Vivas donde vivas luego, no se te va a borrar nunca. Ahora estás aprendiendo otra identidad, la andaluza. Claro, estamos en vísperas del día de Andalucía, fechas propicias para abordar este tema en el currículo escolar. Ayer mismo viniste del cole hablando del poeta de El Puerto de Santa María Rafael Alberti y recitando su poesía “Se equivocó la paloma”. Cantarás el himno, ya lo cantabas con tres años, pintarás la bandera blanca y verde, te enseñarán lo más representativo de cada una de las provincias andaluzas: personajes, hombres y mujeres, monumentos, bailes, trajes típicos, comidas, flamenco... Folclore. Empezarás a sentir lo importante y grandioso que es ser andaluza y a sentirte en el mismo barco que cualquier otra niña almeriense o de Huelva. Yo también lo enseñé enfervorizado en aquellos mis primeros años como maestro coincidentes con la llegada de la democracia. Y enarbolé banderas que hice mías y comulgué con los que pedían a gritos autonomía. Me equivoqué, como la paloma. Pensé que ese hermanamiento, aunque con calzador, y ese ensalzamiento de la diferencia, aunque excluyente de otras tierras y gentes más próximas y vecinas, eran buenos. Me equivocaba. Ninguna identidad, si lo es para diferenciar y separar, es buena. Ser andaluz no es más ni mejor que ser gallego, castellano, murciano o de cualquier otra región española que será la próxima identidad que aprendas. Tampoco peor. ¿Por qué no resaltar lo que nos une? ¿Por qué no decir que esa poesía tan bonita de un andaluz fue musicalizada por un argentino, Carlos Guastavino, y versionada entre otros por un catalán como Joan Manuel Serrat o una madrileña como Ana Belén? Si acaso, para ti, ser andaluza debe significar un mayor compromiso: poner todo tu esfuerzo por levantar esta tierra. Engrandecerte para engrandecer todas las identidades que quieras asumir, sin olvidar la de la Humanidad que se suele decir la última y debería ser la primera.