A las barricadas

    03 abr 2024 / 09:10 H.
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    De entre todas las facultades que Dios dio al hombre, el libre albedrío es, sin duda, la más sagrada. La libertad para acertar o errar, para amar u odiar, para perdonar o alimentar la sed de venganza, para ser compasivo y generoso o, por el contrario, miserable y ruin, despreciable y rastrero, capaz de pisotear, robar y humillar, de llevar al desastre a otro ser humano y, si se tercia, a un país entero. Por maldad o por una ambición sin límites. Pero la libertad, ese derecho natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, y de no obrar, y por el que es responsable de sus actos, es un regalo efímero, por el que hay que estar dispuesto a morir y, en sentido figurado, o no, también a matar. Cuando sientas que te coartan, que te mienten, que te manipulan, que te estafan, que te amordazan..., no te calles, da la batalla. Sea quien sea el delincuente, de los tuyos o de los otros..., reacciona. Porque como dijo Cervantes en la voz de don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Pues eso, no dejes que te la roben: levántate y lucha.

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