Raimundo Amador pone fin al ciclo de conciertos en la fortaleza de La Guardia

Los asistentes rompen el silencio con la aparición del artista

28 jul 2024 / 20:00 H.
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Las piedras del Castillo de la Guardia de Jaén no han sido las primeras en presenciar el arte de Raimundo Amador. Ese privilegio lo tuvieron los adoquines de las calles de Sevilla que observaron como un joven de apenas doce años recorría las travesías con su guitarra a mano para cantar a los transeúntes. Cinco décadas más tarde, más experimentado y más sabio, Raimundo Amador ofrece su música en la fortaleza para poner fin al ciclo musical del mes de julio.

Iniciado por Joana Jiménez, proyecto ha contado con un total de tres actuaciones previas a las del sevillano. La expectación era máxima, más aún al llevarse a cabo en un entorno de tal patrimonio histórico. Un lugar monumental en el que Raimundo Amador hizo sonar su guitarra con la misma pasión que en los últimos cincuenta años.

El silencio se impuso y solo se rompió cuando Raimundo Amador salió al escenario, acto que desencadenó un fuerte aplauso del público allí presente. Tras eso, de nuevo los sonidos se esfumaron, pero regresaron casi al instante a través de las cuerdas rasgadas por el artista. Flamenco, blues, rock serían solo algunos de los géneros que saldrían a relucir a lo largo de la velada nocturna. Por si algo caracteriza a Amador, es la fusión de géneros, con el flamenco como máximo pilar.

Ay que gustito pa’ mis orejas, como el tema homónimo, sería lo que pensaron la mayoría de los espectadores cuando el sevillano comenzó a interpretar diferentes canciones de su repertorio. Amador no solo dio rienda suelta a su arte con sus temas de su etapa en solitario, sino que también repasó algunos de los más clásicos, de sus inicios en Veneno, formación en la que compartía escenario con Kiko Veneno, o Pata Negra, junto a su hermano Rafael. Y es que más de 50 años de carrera dan para mucho y la variedad del intérprete sevillano es prueba de ello, ya que hay para todos los gustos. Sin embargo, el público celebraba cada nota emitida por la guitarra y la garganta de Raimundo Amador, a la vez que se acompañaba el ritmo del artista ya fuera mediante palmas, balanceos de brazos o con coros al cantar sus letras, las cuales más de uno conocía de principio a fin.

Las súplicas por más canciones no se hicieron esperar una vez que Amador parecía hacer ademán de abandonar el escenario. Pero el sevillano no decepcionó y respondió a las plegarias con las que la música volvió a brotar antes un castillo abarrotado. A pesar del calor de la noche, las ganas de disfrutar de un gran espectáculo eran mayores y no supuso un impedimento para disfrutar, pues Amador logró arrasar con cualquier obstáculo que pudiera impedir que la música cobrase todo el protagonismo.

Un final a la altura del ciclo que cerraba y de un lugar tan emblemático e histórico.




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