La íntima y curiosa romería de Venta de San Antonio

La familia García Ruiz promueve una fiesta muy singular desde hace tres décadas

15 jun 2017 / 12:03 H.

Hablar de la Romería en honor de San Antonio, en la Venta del mismo nombre, es adentrase en un fenómeno tan curioso como íntimo. Gracias al empeño de la familia García Ruiz, con Cele a la cabeza, regentes del establecimiento hostelero, hace tres décadas que se celebra una fiesta muy singular. Curiosa porque no hay ni iglesia ni ermita; está alejada de toda carga de boato eclesiástico, aunque sí fluye devoción. No hay misa, ni participación de ningún sacerdote; singular porque es el pretexto perfecto para que las gentes del entorno, Sabariego, Escarchalejo, La Rábita, Alcaudete y Ventas del Carrizal, pasen un día de auténtica fraternidad. Atípica porque aquí no se hace reunión en el campo como en muchas de nuestras fiestas en estos días.

La jornada empieza en torno al mediodía ante la atenta mirada del santo, una pequeña imagen de apenas setenta y cinco centímetros, instalado todo el año en un pequeño y coqueto altar, decorado por Paqui, con unas preciosas macetas y un niño Jesús de aquellos que nos acompañaban en las fotos de Comunión hace décadas. Cele ofrece la comida gratis, una paella deliciosa, unas chuletas asadas en un horno de leña y unos huevos fritos con abundantes ajos del terreno. Ni el calor sofocante hace que decaiga el ánimo, si acaso invita a beber más sangría, vino y cerveza mientras se disfruta de tan suculentas viandas.

Tras un reposo entre cafés, copas y conversaciones, este año el tema estrella es lo mal que pinta para el campo por culpa de la pertinaz sequía. Al caer la tarde, cuando los rayos del sol confieren un color especial a los pinares de los montes circundantes, llega la hora de engalanar unas humildes andas para llevar a San Antonio en procesión hasta el río, por cierto, con nombre también de santo, el San Juan. Apenas un kilómetro de distancia acompañado por el ruido de los cohetes, manía particular del organizador: sin cohetes no hay fiesta. En el tránsito, la procesión se detiene en el par de casas habitadas para rendir honores y respeto a las familias que allí moran. De vuelta a la venta, comienza una velada amenizada por el dúo Dos de Abril, una pareja, en lo artístico y personal de Alcaudete, que nos regala canciones de toda la vida. Un remolque bien engalanado hace de digno escenario. Ver arrancarse a parejas, ya entradas en años, a bailar unos pasodobles resulta agradable y vistoso. Cena, copas, baile y, sobre todo, alegría en las caras de unas gentes que rezuman felicidad en el rostro. Ayer todo aquel que transitó por la N-432 reparó que, en el cruce de La Rábita, algo especial pasaba, si hubiesen parado habrían descubierto el porqué, había alegría, para dar y para compartir con todo aquel que llega. San Antonio vuelve al abrigo de su modesto, pero bonito, altar y hasta el año que viene, será testigo del ir y venir de los hortelanos hablando de sus hortalizas y frutas, en este rincón, de las más exquisitas.

En el vídeo, actuación en las fiestas de San Antonio del grupo “2 de Abril”, integrado por Carmen del Puerto y José Antonio Caballero.