La calidad de vida que brinda la aldea de Venta de los Agramaderos
El núcleo, situado junto a la carretera de Montefrío, linda con Granada y se caracteriza por la calidad de sus tierras, surcadas por el arroyo Palancares
Antaño, durante décadas y décadas, los carnavales de Venta de los Agramaderos eran un acontecimiento masivo que superaban los límites del municipio de Alcalá la Real. Hoy allí quedan, según los últimos datos, unos 120 vecinos empadronados, aunque la realidad es que viven muchos menos. Con unas inmejorables condiciones, ya que la atraviesa la carretera de Montefrío —A-335—, Venta de los Agramaderos es sinónimo de frontera y de lugar de paso. Se encuentra justo en el límite con la provincia de Granada. De hecho, durante mucho tiempo la zona se denominó Valdegranada. Tampoco está lejos la raya con Córdoba. Su ubicación, en un valle, al lado del arroyo Palancares supone que sea un sitio fresco y muy acogedor en los meses de verano.
Todo apunta a que, más allá de la agricultura —principalmente olivar— favorecida por una tierra fértil y que guarda la humedad, el origen estuvo en las comunicaciones y el comercio. Probablemente tomó el nombre de una venta que estuvo a la entrada del actual núcleo. Sin embargo, la “coletilla” Agramaderos no tiene un origen claro, pues según algunas hipótesis tendría que ver con el ganado —bramaderos— y otras, con la preparación del cáñamo —agramado—. Por el lugar discurría una vía de comunicación muy frecuentada por las gentes, los tradicionales arrieros, que se dirigían a la costa de Málaga para adquirir, principalmente, pescado. La trama urbana es muy sencilla, un núcleo, con varias calles próximas a la citada travesía y varios cortijos dispersos. El lugar ofrece una calidad de vida impresionante, pues, además de las comodidades de la vida rural, la carretera posibilita llegar a la “civilización” que representa Alcalá la Real en solo diez minutos. Las fiestas, con fecha y duración variables, son en mayo en honor de la Virgen de Fátima, y tienen como referente una ermita construida en los años 70 gracias a la colaboración de todo el vecindario. Su pedáneo, Pedro Cervera, es toda una institución. A sus 83 años lleva 45 seguidos en el puesto. Persona afable y servicial, Alcalá le dedicará la zona de esparcimiento resultante de lo que hoy es un solar.
