INVESTIGACIÓN (I). Crimen en la Fortaleza de La Mota: ¿Fue un ritual?

El informe de la Policía Judicial de la Guardia Civil es claro. La niña murió, presuntamente, por asfixia y su cuerpo fue hallado en la iglesia de Santo Domingo de Silos de Alcalá la Real completamente desnudo, con síntomas de agresión sexual y con un escenario que simula a una celebración relacionada con los rituales del demonio. Es lo que quiere probar, judicialmente, la familia de Khawla, la niña de 14 años que fue asesinada el 14 de febrero de forma brutal en un crimen que conmocionó a la sociedad española y cuyo juicio está todavía pendiente en la Audiencia Provincial de Jaén.

El autor confeso de tan terrible suceso está en prisión desde aquel día que, por sus propios medios, llamó al servicio de Emergencias 112 para confesar que había “matado a una chica”, tal y como se puede comprobar en el audio al que tuvo acceso este periódico, una llamada telefónica en la que demostró una frialdad escalofriante. Sin embargo, hay muchas incógnitas en torno a un crimen que hizo trizas a una familia y que rompió el corazón de su madre, Hakyma Z., una mujer querida e integrada en la sociedad alcalaína que luchará hasta el último aliento de su vida para que se haga Justicia. Ella quiere saber por qué Nazzaryn N. N., de 22 años, eligió a su hija para participar en un “ritual del demonio”, por qué se la llevó a la Fortaleza de la Mota desde la casa de una “amiga”, por qué la forzó, por qué, presuntamente, la mató, por qué tendió su cuerpo en una especie de altar —una ventana— en ruinas de la innaccesible iglesia de Santo Domingo de Silos, por qué la desnudó y, al parecer, la agredió sexualmente, por qué confesó y otros muchos porqués en los que ella tiene su propia tesis: hubo más gente implicada en el crimen. El informe policial, que pudo ver este periódico, es demoledor. La escena es imposible de poder explicar en un relato periodístico. La imagen del cuerpo de Khawla en un lugar al que está prohibido pasar vale más que mil palabras.

EL RELATO

Jaula, como era y es conocida en Alcalá la Real, una estudiante cuya peor nota de examen es un nueve sobre diez, pidió a su madre, aquel martes 15 de febrero, que la dejara ir a casa de una amiga para ayudarle a estudiar. “No me gustaba la idea, pero la dejé”, dice Hakyma. Prometió regresar a las ocho y media de la tarde y, cuando se acercó la hora y no volvió, en el barrio se montó una auténtica revolución. “Mi corazón iba mal, algo que me decía que a mi niña le había pasado algo”, comenta la entrevistada, quien salió a la calle, “gritanto, chillando”, para pedir ayuda en la búsqueda de su pequeña. Llamó al cuartel de la Guardia Civil, llegó a ir hasta allí y, al regresar a casa, al ver que eran las nueve y media y Jaula seguía desaparecida, ella misma la dio por muerta. Fue entonces cuando un agente de la Benemérita se personó en su vivienda para pedir la documentación de la adolescente. Mientras tanto, Nazzaryn N. N. ya había llamado por teléfono al 112 para confesar el crimen. Dijo que su cuerpo estaba en la Fortaleza de la Mota, pero no especificó el lugar concreto y fue en torno a las diez de la noche cuando lo encontraron en una antigua iglesia apuntalada por su estado ruinoso. Él fue detenido, pasó al día siguiente a disposición judicial y el juez lo envió directamente a prisión, donde permanece.

Nadie sabe cómo ambos llegaron hasta allí. Ella tenía el teléfono móvil apagado en todo momento, por lo que la familia cree que fue engañada. La madre de la niña está convencida de que Nazzaryn usó un vehículo familiar rojo para llevarla, forzada, hasta aquel rincón de la Fortaleza de La Mota. Al parecer, se conocían del instituto Alfonso XI, donde estudiaban el tercer curso de la ESO, pero no tenían relación. De hecho, él mismo lo corroboró en la llamada realizada al servicio de emergencias. Todo parece indicar que murió por asfixia, según la investigación de la Policía Judicial de la Guardia Civil confirmada, después, por la propia autopsia. No había heridas de arma blanca ni disparos en un cuerpo en el que lo único que quedó puesto fue un calcetín. También los informes policiales aseguran que la adolescente no se quedó quieta. En sus uñas hay, incluso, restos del cuerpo del presunto autor del crimen que hacen pensar a los investigadores que luchó hasta el final por su propia vida. Presuntamente, después de matarla, la desnudó y la violó. Se encontraron restos de semen en la vagina y la escena simulaba, supuestamente, a un ritual. La ropa estaba en el suelo, junto al cadáver.

Nazzaryn confesó lo que había hecho con unas frías palabras que sorprendieron, incluso, a quien descolgó el teléfono en el 112. Dio detalles de cómo iba vestido, con una sudadera roja y un pantalón gris, y comunicó que no se movería del lugar hasta que llegaran los agentes. Así lo hizo. Se despidió con un “muchas gracias”. Uno de sus amigos recibió una fotografía del escenario del crimen y varios audios en los que él mismo se definió como un “psicópata”.

La conmoción se adueñó de los vecinos de esta ciudad tranquila de la Sierra Sur. El Ayuntamiento, al día siguiente, convocó un minuto de silencio en el que el pueblo se volcó con la familia de Jaula y el autor confeso pasó a disposición judicial y entró en prisión. Desde entonces, Hakyma Z. lucha por esclarecer todo lo sucedido. Trabaja sin descanso para poder sufragar los gastos de un abogado particular sin más ayuda que la de sus manos. Vive con su hijo de diez años en un humilde bloque de viviendas alquilado por el Ayuntamiento de Alcalá la Real en el que pasa frío en invierno y calor en verano, en unas condiciones que todo ser humano busca mejorar por el bien de los suyos. Sin embargo, lo que le importa, ahora, es lograr Justicia.