“Es un orgullo hacer mi último paseíllo en la Plaza de Toros de Baeza”

La Ciudad Patrimonial entra en la temporada de despedida de Cayetano Rivera Ordóñez con Emilio de Justo y Juan Ortega en la VI Corrida del Renacimiento

02 abr 2025 / 18:48 H.
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Representa la cuarta generación de una dinastía con cien años de historia. Cayetano Rivera Ordóñez (Madrid, 1977) anuncia su retirada de los ruedos justo en el centenario de la alternativa de su abuelo Antonio Ordóñez, Niño de la Palma, iniciador de la saga rondeña. El domingo se despedirá de la plaza de toros de Baeza, donde compartirá cartel con Emilio de Justo y Juan Ortega en la VI Corrida del Renacimiento. Espera darlo todo en una tarde que siempre quedará en el corazón de un hombre que vio frustrado su deseo de ser carpintero.

—¿Cómo afronta el año de su despedida de los ruedos?

—Con ilusión y con cierta tristeza también, mezcla de emociones, pero sobre todo contento.

—Cayetano, Emilio de Justo y Juan Ortega en una Ciudad Patrimonio de la Humanidad. ¿Puede haber mejor cartel?

—Los carteles siempre son cuestión de gustos, pero desde luego para mí es un orgullo poder compartirlo con dos compañeros que están en tan buen momento y en todas las ferias. Yo creo que es atractivo para la gente.

—¿Qué significa la provincia de Jaén para usted?

—Es una provincia muy taurina, hay mucha afición y tengo buenos recuerdos de corridas de toros por todo el territorio jiennense. De hecho, mi banderillero, que lleva conmigo desde el principio, es José Rus, que es de Jaén, así que tengo un gran vínculo con esta tierra en general.

—¿Cómo es la afición jiennense?

—Muy torerista, con lo cual disfrutamos mucho cuando venimos.

—¿Cuál es su balance en los ruedos después de dos décadas?

—Al final cumplo veinte años de alternativa, aunque no son veinte años en activo, ya que estuve retirado y luego vino la pandemia, pero en tanto tiempo ha habido un poco de todo. Ahora mismo estoy más centrado en disfrutar esta temporada que, sin duda alguna, es para mí la más importante.

—Fue dura la pandemia...

—Para el mundo del toro, fatal, porque se tuvieron que sacrificar los animales entre un cuarenta y un cincuenta por ciento. Ahora, por suerte, están las cosas mejor que antes de la pandemia, lo que indica que los toros no es cosa de cuatro o cinco, sino de mucha más gente que quiere ir.

—¿Vive esta temporada de una manera diferente?

—Sí, totalmente diferente. Cada ruedo que pisas sabiendo que es la última vez hace que no sea lo mismo que otros años que, aunque nunca vuelvas, realmente no lo sabes si regresas. El momento lo hace diferente.

—¿Cómo es su relación con el resto de compañeros toreros?

—Yo me llevo bien con todos, evidentemente, con algunos tengo más afinidad, suele ser con los que más toreas. En general no tengo problema con ninguno, por lo que mi experiencia en este sentido ha sido muy positiva, aunque es verdad que los toreros somos muy independientes, porque es una profesión muy competitiva y siempre hay algún celo, pero yo por lo menos, lo que he vivido, me parece que ha sido todo muy sano.

—¿Cómo ha sido la relación, en la plaza de toros, con su hermano Francisco Rivera?

—La plaza con Francisco siempre era un problema, porque lo pasaba muy mal cuando toreaba. Ya tenía bastantes nervios con mi historia, como para estar pendiente de él. Por eso tomé la decisión de torear poco con mi hermano, pero ha sido como vivir un sueño, porque de chicos jugábamos a ser toreros y hacíamos el paseíllo. Esto nos ha permitido conocernos más como personas y unirnos todavía más.

—Han pasado dos décadas desde su debut en Ronda. ¿En qué ha cambiado Cayetano Rivera Ordóñez?

—En todo, menos en la ilusión que creo que siempre hay que mantenerla viva. Al final las personas estamos en un cambio constante en todos los sentidos, incluso en la forma de pensar. Espero haber cambiado mucho desde que empecé y espero que haya sido para mejor.

—¿Ha pesado ser hijo de Francisco Rivera, Paquirri, y nieto de Antonio Ordóñez?

—Como todo, tiene sus ventajas y sus desventajas. No sería justo decir que ha sido un impedimento o un obstáculo y tampoco algo que me ha ayudado a abrir puertas. Luego es verdad que la gente te mide más y quiere ver a tu abuelo o a tu padre, y yo ni soy mi abuelo ni soy mi padre. También ha habido en la balanza esa parte que contrarrestaba con la otra. Yo lo he llevado con orgullo, con honor e intentando dejar el nombre de dos genios del toro, cada uno con su estilo y personalidad, a la altura. Me ha servido para motivarme más.

—¿Cuál es su estilo?

—Nunca he querido definirme, porque he pensado que, al final, como yo me perciba da igual, prefiero que me defina la gente, pero quizás me identifico con el concepto más clásico de la tauromaquia.

—¿Es difícil resistir ante la presión de la prensa del corazón?

—Por suerte, cada vez más alejado, hay menos medios de comunicación que se dedican a ese tipo de periodismo, si se le puede llamar así, y estoy más relajado en ese sentido, aunque está ahí, sigue existiendo y hay que llevarlo.

—¿Cómo es la vida de un torero?

—Bastante solitaria, aunque parezca que siempre estamos rodeados. El toro exige una preparación física y mental que requiere austeridad y soledad.

—¿Por qué se empeñó su madre en que estudiara un tiempo fuera de España, cree que quería alejarlo del peligro?

—Sí, creo que pensaría que era bueno para mí estudiar en el extranjero con alumnos de todo el mundo, porque me abriría la mente, y la segunda intención era alejarme de esta profesión que tanto nos ha dado y, a la vez, tanto nos ha quitado.

—¿La quiere para su hijo?

—No, no, ni para mi hijo ni para nadie a quien yo le tenga cariño y quiera, porque es difícil y tienes que sacrificarlo todo. Espero que mi hijo tenga una vida más fácil y menos arriesgada.

—Pero sabe que pone fin a un siglo de dinastía taurina...

—Sí, pero lo digo con satisfacción, un siglo es una cifra redonda, cien años de la historia de la tauromaquia es suficiente.

—¿Tenía claro, desde pequeño, qué quería ser de mayor?

—No, qué va, quería ser carpintero y hoy en día soy un desastre con las manualidades.

—¿Cree que ha tenido suerte en la balanza de la vida?

—Sí, he tenido suerte, aunque también hay que trabajarla y aprovecharla cuando te toca.

—Hábleme de la muerte, cuando la tuvo tan cerca...

—Sí. Eso te hace reflexionar sobre dónde estás, cosas que no has hecho, cosas de las que te arrepientes... Es un momento de reflexión y puede ser positivo si te sirve para reconducir la vida hacia las cosas importantes y que te hacen feliz y estar bien. Por desgracia, muchas veces, después de esos momentos trágicos de uno mismo o de familiares y amigos, todo se olvida y volvemos a la rutina. Agradezco mucho que mi profesión me mantenga en el presente todos los días, algo que valoro.

—¿Cuáles son los valores del mundo del toro?

—Tiene muchas cualidades que se valoran y que deberían ser importantes en la vida en general, como el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina... Son cosas que refleja el mundo del toro y que son elementales en el día a día. Enfrentarte al miedo, por ejemplo, que nos lo encontramos todos los días, además del riesgo, el estrés, la preocupación, la ansiedad... El mundo del toro tiene mucho trabajo, más mental que físico. Una de las cosas en las que me gusta pensar es que, cuando la gente va a la plaza de toros y ve al torero, lo mira con perspectiva de enfrentarse a una dificultad, y si el torero es capaz de enfrentarse al viento, al agua, al público, por qué no lo va a hacer cualquier persona en su profesión.

—¿Hay que ser torero para entender al torero?

—Sí. Fíjese que yo, aún viniendo de la cuna del toreo, con una cuarta generación, nunca he sido consciente de todo, hay cosas que hay que vivir.

—¿Qué responde cuando en las redes sociales, por ejemplo, le dicen que es usted un maltratador de animales?

—No respondo. Suelo estar pendiente y al corriente de lo que ocurre en las redes sociales, pero no hago caso de las tonterías.

—¿Hay cantera para conservar las tradiciones taurinas?

—Sí. Es una profesión muy difícil, porque al final no hay tantos toreros, pero sí existe un amplio abanico de toreros nuevos, con interés y posibilidades y creo que sí, que viene cantera y, además, buena.

—¿Qué le ha hecho decir “hasta aquí hemos llegado”?

—No hay un motivo único. Creo que es más que nada la sensación de sentir que ahora es el momento. Siempre pensé que sería bueno, en esta profesión, irme por mi propio pie. Son muchos motivos.

—Una retirada a tiempo siempre es un victoria...

—Sí, también hay pena, pero es cuando tiene que ser.

—¿A qué se dedicará cuando cierre temporada?

—No sé del todo, voy colocando cosas en el lado, pero ahora mismo estoy centrado en mi última temporada, que me hace mucha ilusión y es importante, y ya retomaré mi vida.

—¿Le gustaría cerrar esta etapa vital en Ronda?

—Como ya no hay Goyesca en septiembre no va a poder ser, pero me hacía mucha ilusión, porque ahí empezó todo, mi dinastía, y me gustaría que ahí terminase, pero no habrá toros en Ronda, por lo que tenemos que esperar a ver.

—¿Qué visión tiene de Jaén?

—Nosotros viajamos mucho, pero conocemos poco, porque cuando voy a torear me gusta estar en la habitación concentrado. Pero hay muchas ciudades a las que he venido después, como Baeza, Jaén y bastante por la provincia. Estoy a gusto, es una afición buena, que conecta rápido con los toreros y se disfruta. Me encanta.

—¿Se llevará a casa aceite de oliva de la tierra?

—Por supuesto.

—Un mensaje para la afición con vistas al domingo.

—Yo vengo con toda la ilusión del mundo a disfrutar de lo que será mi último paseíllo en esta ciudad patrimonial y espero poder disfrutar tanto como otras veces. Recuerdo un día de lluvia, cayó el diluvio universal y pude indultar el toro. Espero repetir estos momentos tan bonitos.



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