El confinamiento se hace notar

Campillo de Arenas y Noalejo cumplen con el decreto y son pueblos “vacíos”

19 mar 2020 / 13:06 H.
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El estado de alarma está generando conciencia en la sociedad jiennense a medida que pasan los días. En algunas ciudades, como en la capital, todavía pueden verse pasear a personas —hay todavía gente que no está concienciada—, y no solo aquellos que sacan al perro con un ímpetu que, hace unas semanas, podían darle casi pereza. Tras un primer día en el que todavía se podía observar a algunos grupos, pocos, tomándose una cerveza en una terraza para sorpresa del propio dueño del establecimiento, poco a poco las calles parecen más vacías. Aunque las autoridades civiles aún tienen que poner alguna que otra denuncia por no cumplir la orden. Pero a diferencia de las grandes ciudades, en muchos pueblos se ha tomado conciencia casi de manera inmediata y se puede observar esa sensación, no de pueblo fantasma, pero sí “vacío” o con esporádica presencia de público.

Estos son los casos de la localidades de Campillo de Arenas y Noalejo, dos pequeñas localidades, tranquillas ya de por sí, pero que ahora son mucho más calmadas y en las que se respira un ambiente más frío respecto a cualquier otro día cotidiano. A escasos metros del límite provincial con Granada, Noalejo pasa su día a día con la mayoría de vecinos confinados en sus casas. Uno de los pocos lugares donde se registra una intensa actividad es en la tienda de alimentación Inma, donde los vecinos hacen cola, con la pertinente distancia de un metro de seguridad, para conseguir alimentos. “Todo el día sin parar, parece que se va a terminar el mundo”, asegura Inmaculada Martos mientras atiende a una vecina. En la cola, Gloria muestra su indignación por a situación que atraviesa el sector de la ayuda a domicilio: “Nos mandan a la guerra, sin armas, estamos expuestas y los perjudicados como siempre, son los usuarios, nuestros mayores”.

El termómetro social de cualquier localidad se encuentra en el centro. En Noalejo, solo las palomas acompañan a la fuente en una plaza vacía, con su Ayuntamiento cerrado, y en la que de manera esporádica las personas van a velocidad de vértigo para hacer los recados necesarios. En la puerta de una sucursal bancaria estaba José López, quien reconoce que la plaza habitualmente tiene mayor presencia de público: “Yo estoy haciendo los cuatro recados que tengo pendientes y de vuelta a casa, no queda a otra”.

Justo al lado de casi 2.000 habitantes se encuentra uno de los radares que más multas registró por exceso de velocidad en España. Se trata del dispositivo instalado en la A-44 sentido Jaén a la altura de Puerto Carretero. En la mañana de ayer apenas registró actividad no por la velocidad de los conductores, sino por la poca presencia de vehículos que circulaban por la vía. Solo se podían observar camiones de alimentos de primera necesidad, otros cargados de combustible o algún que otro coche que se dirigía a su puesto de trabajo. Una autovía muy concurrida que, salvo esos esporádicos vehículos, tenía un aspecto más propio de la Ruta 66. Como nota llamativa, por esta carretera se pudieron observar a varios camiones de la Unidad Militar de Emergencias para cumplir con las labores de desinfección en la ciudad.

A unos tres kilómetros de Noalejo se encuentra Campillo de Arenas, otra localidad de Sierra Mágina donde el colectivo de los mayores suponen un núcleo importante de población. “En pueblos pequeños como este haya mucha gente mayor y es normal que esté asustada”, asegura Elisa Aguilar mientras espera en la farmacia para comprar medicamentos.

A medida que cualquier persona se aleja de los comercios que permanecen abiertos y callejea por la localidad, los sonidos de la naturaleza son la banda sonora del municipio, como el cantar de los pájaros. “Lo normal en esta plaza es que haya unos 20 abuelos contando su día a día, ahora está vacía; la gente aquí está ya muy concienciada”, señala Ignacio Vera, propietario de la farmacia Vera González. Otro comercio que registra gran actividad durante esta cuarentena es Casa López, al que decenas de niños y jóvenes acuden para poder imprimir sus tareas. “Imprimo fotocopias porque no hay donde imprimir, pero que esto no me da de comer”, señala el gerente del local, Ramón López, quien se muestra convencido de que el estado de alarma se prolongará y reivindica más ayudas para los autónomos.

Panorama triste que se registra en estos núcleos de población pequeños, pero que demuestran su apoyo y conciencia.

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