Despedida a uno de los docentes más queridos de Jabalquinto: Antonio García

Se jubila tras una vida de dedicación como profesor de Religión en el Colegio Nuestro Padre Jesús del municipio jiennense

09 abr 2025 / 17:29 H.
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Un nutrido grupo de amigos, compañeros y familiares de Antonio García Sanz, docente que ha desarrollado la mayor parte de su actividad en el Colegio Nuestro Padre Jesús de Jabalquinto, se reunieron en el Restaurante El Triángulo de la capital para celebrar su jubilación. Fue un acto entrañable en el que se entremezclaron los recuerdos, la emoción y el cariño con el que la comunidad escolar despide a su “maestro de Religión” pero que también, en función de las necesidades del centro, impartió Lenguaje, Matemáticas y otras materias, con su particular entrega y apertura hacia el alumnado del municipio y de otros centros de Linares como Arrayanes o el Colegio Jaén.

Sus palabras, a los postres, dejaron patente que la enseñanza siempre fue su auténtica vocación y, textualmente, le dejó marcado para siempre, de tal forma que abrir la puerta del aula cada mañana era una aventura previsiblemente placentera y de auténtica satisfacción. Jabalquinto tiene un especial cariño a Antonio García no solo por su labor educativa sino también por el excelente desempeño desde 2014 del cargo de cronista oficial del pueblo. Destacan sus aportaciones sobre la historia, costumbres y cultura en general en distintas publicaciones. Uno de los hechos más representativos es su participación en los programas de intercambio en colaboración con la Universidad de Jaén, particularmente con alumnado de Institutos de Brasil, invitados a visitar Jabalquinto. Tanto los actuales miembros del claustro del profesorado como antiguos compañeros del homenajeado se emocionaron, una vez más, visionando un montaje de imágenes que recogía la vida profesional de Antonio García. En muchas de ellas aparece acompañado de su “amiga” Maripepa, esa guitarra que tanto sus alumnos como todos los que hemos compartido aula, colegio y vida con él le recordamos entonando esa banda sonora inolvidable que le identifica en nuestro imaginario. Particularmente emotivos fueron los discursos finales perlados de poesía, de amistad, de recuerdo y de compañerismo.

Uno de los párrafos más entrañables que se le dedicaron decía algo así como “Antonio, destacas por una peculiaridad de la que nadie más puede enorgullecerse: La mayoría de los Maestros (una palabra que siempre debería escribirse con mayúscula) nos esforzamos por abrir la mente de los chavales a nuevas historias, conocimientos, valores y futuros pero tú, Amigo (y esa es otra palabra, Amigo, que también merece la mayúscula perenne) no solo incides en esa faceta, sino que, además, conformas, ayudas y elevas “ad infinitum” la parte que más influye en ese futuro que abonamos en la escuela: el espíritu. Con tus palabras, con tu guitarra, con tu bonhomía a flor de piel, has llevado con honor la bandera del “maestro de Religión” que, visto desde fuera, podría parecer un título menor especialmente en tiempos en que la capa de lo laico nos envuelve con saña, pero que lejos de tal consideración has sabido colocar en el casillero de salida de la carrera hacia el mañana de los alumnos y alumnas que se han mirado en ti cada día tras el toque de sirena...”. El brindis final aunó a los presentes con aquellos que no pudieron asistir pero que enviaron su apoyo y felicitación. Y, para terminar, quedó muy claro que la jubilación “oficial” llega cuando el calendario se pone farruco, pero, en realidad, de la enseñanza, de la educación, de esa aula en la que los jóvenes enseñan al maestro y éste a ellos, de esa auténtica, férrea y emotiva vocación, no se jubila uno nunca ya que, al estilo bíblico, “imprime carácter”. Actos como este afianzan la labor, muchas veces callada o incluso poco valorada, de los maestros, de esos docentes que, día tras día, son capaces de “crecer” al mismo ritmo que les ofrece la mirada, siempre dispuesta a avanzar, de sus alumnos.



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