Benzalá, huella íbera olvidada de Torredonjimeno

Se cumplen 48 años del único intento por proteger el yacimiento

28 ago 2020 / 14:35 H.
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El 11 de julio de 1972, el Ministerio de Educación y Ciencia declaró de utilidad pública “las obras y servicios necesarios para la revalorización del yacimiento arqueológico de Torre Venzalá y del entorno y ambiente propios del mismo”. Fue a través del Decreto 1762/1972, de 15 de junio, publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) de aquel día. Se trató del primer intento de llevar a cabo tareas de conservación en un antiguo asentamiento íbero con más de 4.000 años de historia, sito en el término municipal de Torredonjimeno y de incalculable valor patrimonial. Aquella iniciativa, sin embargo, cayó en agua de borrajas. Hoy, cerca de medio siglo después, Benzalá sigue esperando una respuesta a su llamada de auxilio para no acabar convertida en un mero recuerdo, en una anécdota aferrada al relato oral como única esperanza de vida hasta sucumbir a las feroces fauces del olvido.

<i>Extracto del BOE del 11 de julio de 1972 en el que se declaró de utilidad pública las obras necesarias para la revalorización del yacimiento de Benzalá.</i>
Extracto del BOE del 11 de julio de 1972 en el que se declaró de utilidad pública las obras necesarias para la revalorización del yacimiento de Benzalá.

Actualmente, en Torredonjimeno, Benzalá es un castillo en ruinas, una hermosa puesta de sol, una historia de los abuelos y hasta un antiguo grupo de rock, pero, sobre todo, es pasado firme y débil presente. Determinar si también será futuro y, de serlo, saber de qué clase, es poco menos que una quimera. Localizar el yacimiento no es difícil. A unos 10 kilómetros del núcleo urbano tosiriano, hacia el noroeste, y a 4 de Villardompardo, se mantiene en pie, aunque a duras penas, un torreón de planta cuadrada que, desde la distancia y sobre un cerro de unos 545 metros sobre el nivel del mar, señala la ubicación del otrora oppidum íbero. Se trata del único resto de un castillo calatravo. Desde 2018 forma parte, de hecho, de la Lista Roja del Patrimonio. La fortaleza se erigió en una posición estratégica para controlar los caminos entre la campiña y el Valle del Guadalquivir. María de los Santos Mozas Moreno, en “Martín Ximena Jurado: Manuscrito 1180 de la Biblioteca Nacional de España. Arqueología de Jaén en el siglo XVII: monedas y antigüedades”, explica que Benzalá se hallaba en el camino que conduce desde Obulco (Porcuna) hasta Aurgi (Jaén).

La torre, a pesar de su actual estado ruinoso, está protegida por la ley desde 1949, a diferencia de su entorno. El entonces Ministerio de Edudación Nacional, en el decreto de 22 de abril de aquel año sobre protección de castillos españoles, dispuso: “Todos los castillos de España, cualquiera que sea su estado de ruina, quedan bajo la protección del Estado, que impedirá toda intervención que altere su carácter o pueda provocar su derrumbamiento”. Cerca de cuatro décadas más tarde, se publicó en el BOE la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, en la que se estableció que los bienes protegidos por los decretos de 22 de abril de 1949, 571/1963 y 499/1973 se considerarían de Interés Cultural y quedarían sometidos al régimen previsto en dicha Ley.

<i>Restos de la muralla de la zona norte (Manuel Hermoso).</i>
Restos de la muralla de la zona norte (Manuel Hermoso).

Pero, aunque Benzalá hoy es reconocible por su torre, abarca mucho más que las ruinas de la fortaleza. Antes de que se construyera la misma ya existió el mencionado oppidum íbero, que se extendía hacia la vertiente sur del cerro. Su origen está entre los años 2.700 y 2.500 a. C., en las edades del Cobre y del Bronce. Tras ello fue “uno de los principales asentamientos ibéricos de la Alta Andalucía, con una ocupación ininterrumpida hasta época medieval”, según Carmen Rueda Galán en “Territorio, culto e iconografía en los santuarios ibéricos del Alto Guadalquivir”. La experta señala que el asentamiento “desempeñaría un papel fundamental en la articulación del poblamiento en torno al Valle del Salado de Los Villares, junto a oppida como Cerro Torrejón, Cerro Villargordo, Cerro Miguelico en el extremo sur o Las Atayuelas en el extremo este”.

“En época ibérica se constata un oppidum de tipo medio que en el Alto Imperio se transforma, según las inscripciones, en el municipio romano de Batora”, según Mozas Moreno, que destaca en su obra antes citada que “son numerosos” los vestigios arqueológicos constadados en este asentamiento que se han dado a conocer desde el siglo XVII. El origen de los mismos, tal y como explica la investigadora, es fundamentalmente romano, aunque hay también restos íberos. “De época ibérica se conservan, en el Museo Provincial de Jaén, varios exvotos —ofrenda a una divinidad— en piedra caliza, y de época romana, algunas esculturas, entre ellas, una “Herma”, representación del dios Pan, y una figura femenina vestida”, detalla.

<i>Herma hallada en Benzalá (Museo Provincial de Jaén).</i>
Herma hallada en Benzalá (Museo Provincial de Jaén).

Benzalá-Batora habría sido en época romana, según Rueda Galán, “un núcleo de segundo orden en la articulación territorial” del Imperio, esto es, “un “vicus” que se amplió hacia el sureste”. La experta añade al respecto que el asentamiento se asocia a “un más que probable santuario tardío”. De hecho, como Mozas Moreno, también destaca los exvotos encontrados en la zona. “A este conjunto pertenecen algunas piezas muy interesantes de esta plástica tardía, en la que se combinan algunos ejemplos más figurativos con auténticas muestras de esquematismo y abstracción”, señala. Aunque de varias piezas sólo se conservan fragmentos, para los investigadores queda claro que algunos hallazgos están relacionados con ritos de fecundidad asociados tanto a la imagen masculina como a la femenina.

<i>Exvoto íbero del santuario de Benzalá (Museo Provincial de Jaén).</i>
Exvoto íbero del santuario de Benzalá (Museo Provincial de Jaén).

Por otro lado, en la obra “Íberos en Jaén”, de Arturo Ruiz y Manuel Molinos, se indica que el oppidum de Benzalá podría ser la localización de la ceca Bora, “si relaciona con Batora”. El topónimo Bora aparece en el reverso de una de las monedas de la época que se han hallado. “Presenta cabeza femenina con velo y cetro, y toro en el reverso. Su metrología es púnico-turdetana en unidades y triplos. La cronología es bastante incierta entre los siglos II y I a. n. e.”, indican ambos expertos.

La decadencia y posterior despoblación de Benzalá tuvo su origen en la crisis económica y demográfica del reino visigodo de Toledo entre los siglos VI y VII. En el siglo VIII, el lugar pasó a manos musulmanas y, posteriormente, a los calatravos, quienes, según apuntan José López Murillo y Gabriel Ureña Portero en “Tierra de castillos, tierra para soñar”, reedificaron el conjunto defensivo que los árabes levantaros en el primer tercio del siglo XII, “cuando los castillos árabes de Yayyan (Jaén) y Aryuna (Arjona) se apercibieron del peligro que entrañaba el control de Tuss (Martos) por parte de Fernando III”. Los muros de la fortaleza seguían en pie en el siglo XVII, de acuerdo al testimonio del historiador Martín Ximena Jurado recogido en su obra “Antigüedades del reino de Jaén”, de 1639. A acelerar su proceso de deterioro ha contribuido el expolio que ha sufrido a lo largo de los años.

Hoy la titularidad de los terrenos que un día fueron la ciudad de Benzalá-Batora está repartida en varias partes. La actividad agrícola en la zona ha sido constante, y el riesgo de que se dañen y se pierdan para siempre los restos íberos y romanos que aún no han podido rescatarse es evidente. Por ello, dado que las administraciones siguen sin mover ficha para, de una vez, declarar Bien de Interés Cultural el espacio y darle el valor que se merece, esta huella de la historia de Torredonjimeno continúa pidiendo justicia y ayuda con un grito desgarrador que nadie acierta a escuchar.

LA FORTALEZA “VIVE” EN UN LIBRO

Hacerse una idea de cómo fue la fortaleza de Benzalá antes de que acabara derruida casi en su totalidad es imposible con el mero análisis in situ. Quizás previendo el triste futuro que le esperaba, Martín de Ximena Jurado, el eclesiástico e historiador del siglo XVII de Villanueva de Andújar —la actual Villanueva de la Reina—, plasmó el castillo en un dibujo para su obra “Antigüedades del reino de Jaén”, de 1639. En el texto que lo acompaña habla de que la ciudad llevaba dos siglos despoblada y de que su topónimo era Ordo Batores.

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