De la Villa de la Peña al punto de cruz

Antonia siles luque

02 abr 2016 / 10:42 H.

Antonia es una de tantas personas a la que los avatares de la vida la obligaron a salir de su pueblo del alma, Martos, hace casi medio siglo, pero siempre lo llevó en el corazón. Pertenece a una familia de cinco hermanos y como su padre era un currante nato, maestro de prensa en la empresa Cerámica del Sur, este prefirió darle a sus hijos un oficio en lugar de unos costosos estudios que no podía mantener. Los varones, Pepe y Paco, se hicieron mecánicos y las mujeres, ella modista y su hermana Encarna, camisera y pantalonera, trabajó con la sastra Antonia Carazo. La más pequeña de ellos, Mari Carmen, cuando sus padres se fueron a Madrid, entró a trabajar en la sección de peletería de El Corte Inglés y allí sigue.

Antonia, Antoñita como la conocen sus familiares y amigos, aprendió a cortar y a coser de la mano de Lola “La Chupa” y mientras estuvo soltera ejerció la profesión del dedal, el jaboncillo y la aguja, y logró reunir una buena clientela. Cuando se casó dejó la resma de papel y las tijeras para dedicarse de lleno a ser ama de casa. Su marido, Antonio, era cartero en Correos, pero aprobó unas oposiciones para el Banco Hispano-Americano y ese fue el punto de inflexión para que el matrimonio dejase Martos. La pareja se trasladó a Madrid, primero, y a Córdoba, después, para recalar definitivamente en Jaén hace 35 años. Antoñita y Antonio tienen tres hijos: La mayor, Yolanda, de 47 años, estudió Empresariales en la UJA y trabaja en una oficina del Banco de Santander, en Valdemoro, un pueblo que con su vecino de Pinto, dieron lugar al famoso dicho “entre Pinto y Valdemoro”; José, de 44 años, trabaja en Valeo y tiene previsto casarse con otra Yolanda en octubre, y la pequeña, Verónica, de 32 años y soltera, estudió Magisterio y se prepara las oposiciones y en saber inglés.

Para ser ama de casa, la vida de Antoñita es un poco “ajetreada”. No solo atiende las tareas propias del hogar, sino que, como no le gusta la televisión, salvo la telenovela “Amar es para siempre”, que no se la pierde, emplea el resto de su tiempo en hacer cosas creativas, al menos a ella la entretienen, como es coser, bordar o caminar, pues Antoñita, todas las mañanas echa su rato de andar. Unas veces toma la ruta oeste de Las Fuentezuelas y las casas de Juan León y, otras, cambia hacia el norte y se patea el Bulevar.

También es socia fundadora de la Asociación Pasión por 389 Alfileres, que inició su andadura hace 10 años. Las socias visten muñecas de pastira o chirri, los trajes típicos de Jaén. También bordan pañuelos para venderlos y las ganancias las destinan a fines benéficos. Se reúnen los viernes en el Centro Social de Peñamefécit, en los bajos del mercado de abastos. Ahora, todas ellas están embarcadas en un macroproyecto, el bordado con punto de cruz de una mantelería de doce cubiertos.