Alimento para el cuerpo y el alma

Colectivos como Cáritas o la Fundación Don Bosco realizan una gran labor diaria en los comedores sociales

01 feb 2018 / 09:28 H.

Un plato de comida caliente, comprensión, apoyo y compañía. Eso es lo que ofrece Cáritas Diocesana, a través de diferentes servicios de comedor ubicados en la provincia, que tienen como principal objetivo el de ayudar a las personas que lo necesitan, siempre bajo la premisa del máximo respeto a su dignidad.

“La creación del comedor de Belén y San Roque surgió porque teníamos a los indigentes a las puertas de la parroquia, y pensamos en crear un estamento para suministrar los alimentos mínimos y que pudieran comer. Primero se nos ocurrió habilitar una habitación pequeña en la que empezamos dando bocadillos, y así estuvimos un año, aproximadamente. Luego vimos que podíamos ampliar el cerco y crear un espacio un poco más amplio para que la gente pudiera comer caliente, y así lo hicimos, con una cocina pequeña a través de la que ya ofrecíamos arroces caldosos o potajes”, explica José María Pardo, uno de los fundadores y administrador del comedor de Belén y San Roque.

Eso fue en 2009, y desde esa fecha se ha pasado, recuerda, de tener entre 10 y 12 comensales sentados a las aproximadamente 220 cenas diarias que ofrecen en la actualidad. La crisis ha contribuido a este incremento en la asistencia, y junto a los indigentes o a los que van de paso en busca de un empleo, son muchos los jiennenses que se han quedado sin trabajo y no tienen recursos, para los que el comedor social supone la única vía posible para comer caliente. “Aquí no ha llegado aún la recuperación de la que se habla, y prueba de ello es que sigue viniendo mucha gente”, recuerda Pardo.

Una labor que, sin duda, es posible gracias al voluntariado: “Todo esto es posible por la generosidad de la gente, que de una forma altruista colabora con Cáritas Diocesana”, concreta. Así, en la actualidad son unos 40 voluntarios los que hacen posible ofrecer este servicio, entre los que, puntualiza, existe una gran armonía.

Por su parte, el director de Cáritas Diocesana, Rafael López-Sidro, explica que la singularidad de Belén y San Roque está en la preparación de comidas a domicilio, que a diario rondan las cien. “Recibimos muchas ayudas y todas son imprescindibles, porque ahora, por ejemplo, estamos trabajando en la posibilidad de hacer un reparto de forma que las familias no tengan que ir a por esos alimentos. Eso lo hacemos con el afán y el deseo de que el servicio se preste con el máximo respeto a la dignidad de las personas”, explica Rafael López-Sidro.

En el caso del centro de día de Santa Clara, que también gestiona, al igual que el de Linares, la media habitual de atenciones se sitúa en las 40 personas: “En Santa Clara ofrecemos también servicios de higiene, talleres y charlas, y para ello contamos con 72 voluntarios, y en Linares tenemos alrededor de 25 o 30 personas, todas voluntarias. Todos ellos, junto a los aproximadamente 40 de Belén y San Roque, con un mérito grandísimo, porque están permanentemente cubriendo las necesidades de los que lo necesitan”. En este punto, considera fundamental recordar que hay mucha gente que se encuentra en una situación límite de pobreza, que requiere de la colaboración y el apoyo de la sociedad: “Todos podemos aportar, con nuestro tiempo y dedicación, recursos con los que hacer frente a las circunstancias tan duras por la que atraviesan algunas personas. Por lo que me gustaría lanzar un mensaje claro: que no se olviden de ellos”.

En este sentido, el director de Cáritas Diocesana está de acuerdo con José María Pardo en que en los comedores sociales no se deja sentir nada de mejoría. “La gente que está en el límite de la pobreza no ha notado ningún repunte de mejoría. Máxime este año que la campaña de la aceituna ha sido corta y los ingresos no son los de una normal. Eso repercutirá, sin duda, en el sostenimiento de las familia”, afirma López-Sidro.

Y no solo se refiere a las familias jiennenses, sino también a los que llegan de paso: “Porque aquí tenemos gente de toda España que recorren el país constantemente en busca de un empleo. Algunos de ellos quizás porque pasan en la ciudad más tiempo del que le permiten los albergues, vienen con nosotros. Pero además de la recogida de la aceituna, la ciudad de Jaén suele tener de media entre 30 y 40 personas que viven en la calle de forma permanente. No son los mismos siempre, van cambiando. Y esa gente va a los servicios que ofrece Cáritas”, puntualiza.

Tranquilidad pasada la aceituna
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Los comedores de Cáritas Diocesana recuperan la normalidad pasada la campaña de recogida de la aceituna. En el caso de los de Úbeda y Porcuna tan solo abren sus puertas para atender a las personas que vienen a trabajar en la campaña, y, sobre todo en el primero, se han superado las 150 atenciones diarias. Luego tienen otros casos, como el de Linares, que apenas registran cambios.

Las instalaciones recuperan, así, la normalidad, y mientras que muchos temporeros se han marchado, otros jiennenses que participaron en la campaña regresan a los comedores.

Una oportunidad también para realizar intervención social con las familias
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Un paso más. Eso es lo que da la Fundación Don Bosco con las denominadas cocinas familiares comunitarias, que además de la función de comedor social, suponen un proyecto de intervención social sobre los usuarios, según explica su directora, María del Carmen Cruz. “Ya hace cinco años que funcionan los dos comedores con los que nos ayuda La Caixa, uno situado en Jaén y otro en Úbeda. Además, las cocinas están financiadas por la Junta de Andalucía a través de la convocatoria alimentaria”, afirma Cruz.

Lo primero y fundamental, reconoce, es garantizar una alimentación saludable a unas 30 familias, en cada cocina, a diario, de forma que son entre unos 130 y 140 los menús que se reparten. “Pero no nos limitamos a eso, puesto que también tenemos personas contratadas que son educadoras, y que realizan actividades para mejorar las competencias de los usuarios que atendemos, incluso a nivel emocional, de habilidades sociales para salir de la situación en la que están y para mejorar su empleabilidad”, afirma. Así, las iniciativas se centran en la adquisición de competencias y acompañamiento, y los beneficiarios se incluyen en itinerarios de inserción laboral de otros programas de la administración, como por ejemplo el “Andalucía Orienta”. Además, cuentan con una diferencia notable con respecto a otros comedores sociales: “Nosotros no tenemos personal que elabora la comida, sino que son las propias familias las que se organizan en grupos de trabajo. De esta forma, cada día van 5 o 6 personas que realizan su comida y la del resto”, puntualiza María del Carmen Cruz.

También, al igual que sucede en Belén y San Roque, las familias recogen los menús ya elaborados y la toman en su casa, con lo que se elimina, puntualiza, la vergüenza infundada que para algunas personas supone el hecho de tener que utilizar este tipo de servicio. “Todo es muy casero, y, además, a través de la actividad del cocinado se generan también una serie de momentos de complicidad en los que resulta mucho más sencillo que compartan cómo está cada uno, de acompañar al que se encuentra un poco más bajo, o animarse con el que está bien. Situaciones de ayuda mutua muy bonitos”, afirma la directora. El proyecto se puso en marcha con el principal objetivo de activar en las familias que atienden la confianza en sí mismas o las ganas de trabajar y de salir de la situación en la que se encuentran, al tiempo que impulsar numerosas corrientes de solidaridad de gente que conoce el proyecto y quiere ayudar: “Pero en este tiempo hemos constatado que no ha desaparecido la situación de necesidad de las familias. Algunas han encontrado trabajo; otras se han incluido en otros itinerarios que les permiten mantenerse por sí mismas. Pero todavía hay mucha necesidad”.

De hecho, cuentan con lista de espera: “Nosotros atendemos a familias derivadas por los servicios sociales comunitarios para que, al menos, tengan garantizado el hecho de comer tres veces al día”. En el caso de Úbeda, solo se ofrece la comida del mediodía, puesto que la cocina familiar comunitaria se incluye en una red que trabaja en coordinación con otras entidades, por lo que el tema de los desayunos y las cenas los turnan. “En Jaén preparamos el almuerzo, pero repartimos una cesta con alimentos para que las familias preparen los desayunos y las cenas”, dijo.

Una iniciativa que se aleja del asistencialismo puro con el principal objetivo de, al tiempo que se garantiza un plato caliente para las personas con menos recursos económicos, trabajar otras líneas de intervención.