Primera finca de olivos con metodología superintensiva

La parcela se encuentra en la aldea de Mures, junto a la carretera A-403, y tiene plantas de la varieda arbequina

07 oct 2019 / 16:46 H.

El futuro ya es presente. El olivar superintensivo pone una pica en Flandes con la primera plantación de este tipo en Alcalá la Real y su comarca. La explotación no es excesivamente grande —solo tiene varias hectáreas— y se localiza en terreno de la entidad local autónoma de Mures, concretamente en la zona denominada Llanos de la Rabadilla, cercana a la carretera A-403 y al Cortijo del Cura. Los árboles pertenecen a la variedad arbequina, que sobresale por su idoneidad para este tipo de iniciativas en las que los olivos acaban por formar un seto, dada la escasa distancia que existe entre ellos en las hileras. El haza destaca por sus buenos accesos y por su superficie casi llana, con una pendiente casi imperceptible. Además existe abundancia de agua gracias a un pozo, lo que permite garantizar el riego de los árboles.

La plantación es iniciativa de la familia Serrano, propietaria de la tierra y vinculada, desde hace décadas, con la producción de aceite de oliva a través de una almazara y de varias explotaciones situadas en las provincias de Jaén y Granada. Con anterioridad en el lugar hubo otros cultivos como los espárragos y los ajos.

Las plantaciones superintensivas son frecuentes en muchas comarcas olivareras de España y Portugal. En la provincia de Jaén existen en áreas con relieves menos abruptos que los de la Sierra Sur, dada las características de este tipo de actividad. La alta producción especialmente en los primeros años. El principal aliciente radica en la alta rentabilidad, aunque también es cierto que la puesta en marcha resulta más cara que en el caso de explotaciones convencionales. Entre las ventajas sobresalen la mecanización absoluta de la recolección, que se realiza con un vehículo similar al que recolecta el viñedo. En este y otros procesos, la reducción de la mano de obra necesaria también disminuye de manera considerable los costes. Igualmente, al aumentar la cantidad de árboles que entran en cada hectárea —aunque estos resultan más pequeños que en las fincas convencionales— se dispara la producción del fruto. El aceite obtenido de este tipo de parcelas tiene una presencia cada vez mayor en los mercados.