Media vida en Canadá
La alcalaína Nuria Cano Ortiz acaba de poner punto final a una larga etapa en la ciudad de Canadá más poblada, donde ha residido veintiséis de sus 52 años, dedicada principalmente a su trabajo como empresaria inmobiliaria
Nuria Cano Ortiz, de Alcalá la Real, acaba de cerrar una etapa en Toronto (Canadá). Ha pasado allí justo la mitad de su vida, es decir veintiséis de los 52 años que tiene. Ya desde su pueblo evoca los pros y los contras.
¿Por qué se afincó Cano en Norteamérica? Según detalla estudió Filología Inglesa y, acabada la carrera, quería vivir en un país donde se hablara ese idioma. Reino Unido le resultaba aburrido; Estados Unidos, violento, y Australia o Nueva Zelanda, demasiado lejanos. Por eso, optó por Canadá. “Tenía un buen trabajo en Granada. Mi plan era estar ocho años y volver”, dice. Empezó como profesora de español, se casó y echó raíces en y echó raíces.
Aunque la alcalaína también trabajó para una compañía de fondos de inversión en el distrito financiero de Toronto, después de conseguir la licencia se ha dedicado durante prácticamente dos décadas a este sector de la economía.
Supo ver la oportunidad porque la ciudad canadiense más poblada ha crecido mucho en este tiempo. Llegó a ser el lugar de Norteamérica con más grúas. “El problema es ha crecido mucho demográficamente, pero no a la par la infraestructuras. Por ejemplo, el sistema de metro es muy obsoleto, solo dos líneas”, afirma. También ve que la seguridad ha disminuido. “Al principio la noticia era que los Bomberos rescataban un gato, pero ahora se cuelan muchas pistolas de Estados unidos”, resalta Cano Ortiz.
Con emprendedora consiguió su meta de no trabajar para nadie.
Toronto. No quería trabajar para nadie. Un año en el distrito financiero, compañía de fondos de inversiones. Viajes a Montreal. El negocio se expandió a la par de la ciudad, con la llegada de emigrantes, un cada vez más demanda de compraventa y alquiler. “He podido teletrabajar desde casa y estar con mis hijos. Sin embargo no tenía mucho tiempo libre”, manifiesta en referencia a la espiral de mezclar vida laboral y familiar. En su empresa, Amazing Homes —traducible como Hogares Impresionantes— contaba con clientes de Canadá, Estados Unidos e incluso de Europa. “Ante la cultura era más de adquirir, pero han subido mucho los precios, de manera que no se encuentra nada por menos de un millón de dólares.
A juicio de Cano, Toronto no ofrece calidad de vida salvo para quienes disponen un buen empleo, con ingresos de 100.000 dólares para arriba. “Un alquiler de un dormitorio no sale por menos de 1.800 dólares al mes. La comida es muy costosa”, razona. La inflación, como en muchos otros lugares del mundo, está disparada allí, lo que se une al cierre de negocios por la covid-19. “Los salarios brutos son altos, pero hay muchos impuestos. Además, en restaurantes y otros lugares hay que dar propina, que se suma al IVA. Así, un café, que se supone que cuesta 2,5 dólares cuesta cinco. De este modo es complicado ahorrar”, sigue.
Sin embargo, a su juicio, Toronto tiene muchas cosas buenas. Una de ellas es el medio natural, donde, cuando no hay nieve, todo está muy verde. Las viviendas están muy preparadas para el frío y la gente entonces prácticamente no sale. En cambio, el verano se disfruta al máximo en los parques, los carriles bici o las islas del lago. Además, las cataratas del Niágara están cerca.
Vivir en Toronto es tranquilo desde el punto de vista familiar. Se cena temprano y está todo muy bien estructurado, sin tener que aguantar jaleo hasta las tantas. Veo más gente deportista que en España, sobre todo que corre o que va en bicicleta. Se trata de una de las ciudades menos gélidas de Canadá con facilidades para moverse, dada su ubicación, de modo que es fácil ir a EE UU y otros destinos.
El Jeep de “Pitufina”

En Canadá Nuria Cano y su familia usaba en Canadá un Jeep azulado y reluciente con la matrícula “Pitufina”, el nombre que el que solía llamarla su padre. Se trata de un automóvil que podía descapotable, especialmente indicados para disfrutar de los días soleados. Con él pasaron días muy felices en la ciudad torontoniana.
Tan amplio como el mar

Nuria pasaba parte del año en una casa de vacaciones de Grand Bend una zona situada junto a la playa del lago Hurón. Esta masa de agua tiene unas dimensiones espectaculares, que lo asemejan a un mar. Es un lugar en el que puede navegarse con piragua para moverse por la inmensidad azul que llega casi hasta el infinito.
Trabajo colaborativo

Las navidades en la inmobiliaria eran unas fechas especiales en las que se agasajaba a los clientes. Nuria Cano, junto con su pareja y sus hijos, solía vestirse para la ocasión. Juntos organizaban buena parte de las actividades. La familia se vestía con atuendos típicos y cantaba. Allí sí es habitual que en ese periodo caiga nieve.
Estación del color

En la zona de Toronto las estaciones del año suelen estar muy marcadas. Por ejemplo, el otoño se caracteriza por un tiempo que refresca poco a poco y por unos espectaculares tonos cromáticos en la vegetación, que se prepara para la caída de la hoja. Es todo un espectáculo que anima a pasear por la naturaleza.
Nueva etapa en las raíces a los pies de la fortaleza de la mota y con seres queridos
Desde hace poco, Nuria Cano Ortiz disfruta de una nueva etapa vital. Una hija de veintiún años se ha venido a Granada, pero los otros siguen en Canadá. Cano reside en Alcalá la Real con su actual marido, Christopher Batori, de origen húngaro. Ve este periodo como si hubiera adelantado su jubilación, prevista para algo más adelante. Valora de España es sistema sanitario, que le parece mejor que el de Canadá, donde nota falta de personal. Cano Ortiz está aprovechando para redescubrir su país de origen, con muchos viajes por la Península. “Estoy enamorada de la vitalidad de España”, confiesa. De Alcalá la Real dice que le parece un buen pueblo, con tiendas, sitios para salir y tranquilidad. Sin embargo, echa en falta que los jóvenes no tengan ambiente ni trabajo. “Esto te fuerza a irte. Haces la carrera y vas a regresar a qué”, se pregunta. En su época, señala era todo muy diferente porque solo una parte de los jóvenes estudiaba, mientras que el resto se buscaba la vida en el municipio. Desde la óptica de la juventud echa en falta la ausencia de una discoteca.
Lucha con el cáncer
La alcalaína se considera una luchadora. En este sentido, afronta una pelea contra un adenocarcinoma de pulmón, de células no pequeñas, un cáncer por mutación genética EGFR exon 19. Según explica a Diario JAÉN lo más frustrante es el estigma asociado a cáncer de pulmón. “La primera pregunta siempre es: ‘¿Fumas?’. A nadie que tiene cáncer de cualquier otro tipo se le cuestiona o insinúa” que se lo han ganado ellos mismos”, argumenta Nurica Cano.
Detalla que este cáncer es una mutación genética con lo cual el único imprescindible para adquirirlo es tener pulmones. “Me gustaría ver llegar el día en que nadie hace esa pregunta”, continúa. También reclama que se incluyan tests de rayos X periódicos para prevenir que cuando se llegue a tener noticias ya se esté en el estado IV. “Se trata de un cáncer silencioso y lento”, concluye la alcalaína acerca de la dolencia que combate.
Balance meditado
“En los 26 años que me ha ofrecido Canadá he desarrollado unos conocimientos y habilidades impresionantes pero lo más importante ha sido las amistades que se han convertido en mi familia fuera de España. Amistades muy cercanas. Me han querido mucho, me han sumado mucho, me han transformado en la persona que soy hoy por hoy. Me siento eternamente agradecida por cada minuto de esa experiencia canadiense”, dice.
Destaca cada lección, cada ser que llegó para quedarse, para enseñarla y para cimentar el verdadero significado de la vida. “Sin amor no tenemos nada. A veces nos vamos lejos para aprender a querernos y ese viaje es un viaje interno que se confunde con el externo. No importa donde vayamos buscando nuestro valor... el valor interior solo se puede obtener mirando hacia el interior”, resume.