La ilusión de tener un aceite propio
Camilo Olmo crea en Charilla MiÓleo, una almazara en la que los cosecheros obtienen su “oro verde premium”

En un mundo en el que todo está inventado, MiÓleo supone un aldabonazo en el sector del olivar. Se trata de la almazara creada por Camilo Olmo en la calle Fuente Grande de la aldea de Charilla. El concepto es sencillo y, a la vez, revolucionario: facilitar a los cosecheros un lugar en el que molturar aceite a partir de su propio fruto. Ya la pasada campaña, pese a que no le dio mucha difusión, Olmo procesó alrededor de 200.000 kilos —él posee unos 30.000—.
No se trata de una iniciativa al azar, sino muy bien pensada. De hecho, Olmo trabajó como molinero en la cooperativa de Charilla, de la que fue directivo antes de marcharse por discrepancias con la línea de la sociedad. El empresario subraya que la gente salió muy contenta del rendimiento y la calidad logrados en MiÓleo. “Sacamos aceites vírgenes extras o premium”, relata. Para ello, en su opinión, fue fundamental el esmero puesto por los clientes, que llevaban olivas escogidas —“todas de arriba”—, en general de una mezcla de picual con variedades más rústicas, como la carrasqueña o la picuda. La otra parte del secreto, a juicio de Camilo Olmo, radicó en los procesos cortos, “impensables para sistemas industriales”. “Todo se hace en frío, sin distancias de cintas ni de masas”, recalca. En un primer momento pensó en emplear capachos para trabajar de la forma más tradicional posible, aunque luego vio que resultaba inviable. Al final optó por un modelo con maquinaria a la última tecnología, pero con higiene esmerada. “La batidora se limpiaba entre cliente y cliente”, dice Olmo, que presentó su iniciativa en “Alcalá Muestra”.
Para esta campaña, los planes son positivos, hasta el punto de que espera que se desborden las instalaciones y haya que moler durante más tiempo. Además tiene muchos pedidos, a raíz de las muestras enviadas por toda España. “Creo que contribuimos a que la gente adquiera cultura del aceite y valore la calidad por lo que todos los productores deberíamos apostar y aprecie olores y sabores”, concluye Olmo, quien acaba de hacer realidad su sueño.
Camilo Olmo tuvo, durante años, una explotación de cabras. Sin embargo, acabó por cerrarla. ¿Los motivos?, los precios “pendulares” del sector y el hecho de que sus hijos ya se han independizado. Destaca que la ganadería es muy “esclava”. “No puedes ni resfriarte”, dice. En cuanto a la situación, Olmo afirma que subsisten los criadores que se han profesionalizado y han acometido inversiones y mejoras.

La almazara no le ha salido gratis a Camilo Olmo, ni mucho menos. El charillero ha efectuado una inversión que, de acuerdo con sus cálculos, ronda los 130.000 euros. La cantidad no es mayor porque él lo ha hecho e instalado prácticamente todo. Además, se ha movido sin recurrir a subvenciones públicas. Esta circunstancia, a su juicio, le da más libertad e independencia a la hora de funcionar.