Política y bricolaje

Las redes sociales se convierten en la herramienta más usada para la humanización de representantes institucionales y orgánicos que buscan una afición para lograr la desconexión

02 sep 2025 / 08:00 H.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene plantado un huerto en Moncloa y regala berenjenas a quienes considera que su visita merece la pena. El líder de Vox, Santiago Abascal, es un apasionado de la ornitología y, cuando era un poco más joven, en lugar de salir de fiesta se iba de paseo para observar aves. Isabel Díaz Ayuso se evade del mundanal ruido rodeada de animales y tampoco hay que olvidar esa pasión por los bonsáis de Felipe González. Los políticos son personas de carne y hueso, que sienten, padecen, aman, trabajan, se van de vacaciones y, como el común de los mortales, tienen y cultivan sus aficiones. Los de arriba y los de abajo. Los de rosa y los de azul. De todos los colores y de gustos variados son las ocupaciones en el tiempo libre de quienes hacen gala de su vocación de servicio público. Un ejemplo en el terreno de juego jiennense está en un concejal en la oposición en el Ayuntamiento de Jaén que recarga pilas con el bricolaje. Recorre los polígonos para rescatar muebles abandonados a los que les da una segunda oportunidad como terapia en un día a día de veinticuatro horas al pie del cañón.

Su nombre es Antonio Losa Valdivielso (Jaén, 1971), un jiennense que entró en esto de lo público en aquella legislatura en la que el exalcalde Javier Márquez confeccionó una candidatura de hombres y mujeres con un perfil despojado de mochilas políticas. Funcionario del Ministerio de Interior de profesión, rompió moldes en su familia con el carné del Partido Popular y entró de lleno en una vorágine, como número siete de la lista, de la que no le gustaría salir. Primero estuvo en la oposición, un estreno de etapa en la que tomó la temperatura de la calle, se empapó de los problemas de los vecinos y, sobre todo, se hizo querer en los barrios. Después repitió experiencia con Agustín González al mando del timón municipal, también con el siete, una realidad que le llevó a probar las mieles de la gobernabilidad y regresar al escalón de la oposición sin despeinarse. Conservación, infraestructuras, seguridad ciudadana, bomberos, Policía, tráfico... Hasta los cementerios dependen de él. Con el hashtag “concejal_apiedecalle”, el edil restaurador vive entregado a la micropolítica para intentar hacer un poco más felices a los jiennenses que demandan el arreglo de una baldosa, la plantación de unos jardines o el mantenimiento de la luz de una bombilla. Conste que cobra como diputado en la Plaza de San Francisco. Lo suyo es, sin embargo, el municipalismo.

Seis años estuvo con los codos hincados en esas inalcanzables oposiciones de Judicatura que, curiosamente, le llevaron al bricolaje. Antonio Losa descubrió que trabajar la madera era la mejor medicina para prevenir el estrés y, desde entonces, no hay más que pasear por sus redes sociales para comprobar su destreza con el arte de la restauración. No hay casa mejor decorada que la suya y sus amigos, en lugar de las berenjenas del huerto de Pedro Sánchez, se llevan de regalo una lámpara o una silla de otro siglo. El concejal es, además, uno más de esta nueva hornada de políticos que miran virtualmente a los ojos y desvelan su intimidad mientras corren o elaboran magdalenas un domingo por la tarde. Es lo que da el juego electoral. Hoy en día tiene más tirón un reels que un mitin, una nueva forma de humanización que ayuda a los representantes institucionales y orgánicos a hablar a la gente en directo, sin filtros ni intermediarios. El caso es que Antonio Losa llegó para quedarse y, salvo imprevistos de última hora, su cartel continuará en la próxima cita con las urnas. El número importa, como el tamaño de los muebles que restaura, pero no será una condición.

Turistas en una Catedral única que necesita respaldo internacional

Una tarde en la Catedral de Jaén, en plena ola de calor, demuestra que tiene “tirón” turístico en una ciudad que difícilmente llena las plazas hoteleras en verano, porque los visitantes suelen buscar otras ofertas, de naturaleza o de costa, cuando el termómetro amenaza con explotar. La obra de Andrés de Vandelvira, por la que los jiennenses tienen que pagar para entrar hasta que se demuestre lo contrario, merece un reconocimiento internacional que sitúe a Jaén en el mapa patrimonial del mundo, pero no hay una apuesta política seria para sacar adelante un expediente que necesita mucho más que contexto histórico y cultural. Conseguir la armonía urbanística y la descontaminación visual en los alrededores de la Plaza de Santa María es la gran asignatura pendiente de los gobiernos de las últimas décadas en el Ayuntamiento de la capital, lastrados por deudas que impiden maniobras de gran calado para el presente y el futuro de los ciudadanos que acuden, cada cuatro años, a su cita con las urnas. Antes de que la Unesco empiece a cortar las alas a la monumentalidad para repartir sus títulos, las administraciones están obligadas a unir sus fuerzas para lograr una catalogación internacional más que merecida.

EN CORTO. Termas de Jabalcuz y su recuperación

En la antigua carretera que une Jaén con Los Villares, un auténtico vergel propio de ciudades nórdicas, existen las ruinas de un balneario de aguas termales que todavía brotan de manera natural. Tienen propiedades minero-medicinales, están clasificadas como sulfatado-cálcicas y termales y orientadas a enfermedades ginecológicas y reumáticas. El año que viene se cumplen cien años de los Jardines de Jabalcuz, una ocasión perfecta para impulsar la recuperación de un patrimonio único jiennense que, sin lugar a dudas, será un revulsivo turístico como lo fue en el siglo pasado. Todavía hay tiempo para rehabilitar una auténtica joya de la naturaleza, situada a tan sólo seis kilómetros de la capital jiennense.