Tal vez nos hayamos marchado

Hoy estamos aquí, mañana tal vez, nos hayamos marchado. Lo que cuenta no es mañana, sino hoy”. Rotundo y claro uno de los poetas y dramaturgos más fascinantes del Siglo de Oro español y un clásico de la mesa de camilla literaria del “señor Jota”, que parece reconducir definitivamente sus filias y sus fobias de antaño. Hasta parece haber olvidado cuando la jauría falangista jiennense lo llamaba comunista (al cubo y sin rodeos) por defender al paisano Baltasar Garzón de la cacería judicial de sus propios compañeros de toga. “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.” Lo escribía hace la tira otro grande, Calderón de la Barca y ahora que se va al bochorno, apela a las mariposas como motor de la vida. Para qué escribir cada fin de mes del lamento y el victimismo, para qué señalar nuestras propias vergüenzas si las ajenas son las únicas que nos molestan, para qué, se ha venido diciendo el “señor Jota” a cada aullido de desesperanza en sus escritos dirigidos a fieles lectores anónimos que de vez en cuando le martirizan por su pesimismo y de cuando en vez le sonrojan por su suicida valentía. Nada como ser fiel aliado de Saramago para relativizar todo en este puñetera vida de estómagos agradecidos y vientres sentados: “He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro”. Leído, asumido y escrito ahora, para el “señor Jota” es igual de contraproducente escuchar imbéciles como apuntalarlos con la crítica, que les zurzan parece decir o como alguien que se hace inolvidable cada agosto de recuerdo de los sátrapas que le mandaron fusilar: “Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar” (Federico García Lorca). A quienes profesa devoción el “señor Jota” les recuerda de forma insistente cuando se le tuercen los renglones de la misma vida, a quienes profesa sabia lejanía les ahuyenta de su alma en cuanto asoman su complaciente y endiosada existencia. “Solo una ardiente paciencia hará del logro una espléndida felicidad”, otra frase par enmarcar, esta de Pablo Neruda, que en jaenero auténtico sería: “Ay, lo que te gusta el Jarrucheo”. Acaba agosto y concluye la metáfora de las mariposas, aunque le cueste (“Todos los días entra un tonto nuevo por Puerta Barrera”, reza el refranero más castizo jaenícola) y pese a que su devoción por Borges le haga caer de vez en cuanto en la melancolía (“He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz”). A la contra raudo, “El Principito”: “Solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos”.