Manuel Amezcua, ese sabio bueno

En la vida hay gente capaz y capacitada que no suele dar ruido, gente competente que hace y hace y no se cansa nunca de hacer. Puede parecer que van a lo suyo, pero nada más lejos de la realidad, porque con su bregar diario nos hacen la vida más llevadera, nada sería como lo tenemos ahora a mano sin su viaje permanente por la senda de la inquietud, la curiosidad innata del porqué de las cosas para así construir un mundo mejor, sea el campo que sea. De esta pasta tan exclusiva y a la vez tan necesaria para una sociedad está hecho Manuel Amezcua Martínez, que de tantos palos que toca, no sabe uno a ciencia cierta qué es realmente, amén de buen tipo y un excepcional conversador. Ha apostado de siempre por darle valor a la Enfermería y por la gestión sanitaria como eje fundamental del Estado del Bienestar, pero no dejó nunca de investigar, de tomar notas de todo lo que pasaba a su alrededor, y, en consecuencia, analizar cómo somos como somos y todo lo que hay detrás para ser como somos. Dice su currículum que es editor científico, antropólogo e historiador, además de doctor en Ciencas Sociales y de la Salud y doctor en Historia y Cultura de los Cuidados, con reconocimiento entusiasta en universidades de media España y media América, lo cual certifica su amplio conocimiento de todo lo que toca. Este que suscribe, que le conoce de lejos, de cuando empezó a escribir en Diario JAÉN semanalmente hace tres décadas la “Ruta de los Milagros” valora especialmente de él cómo ha hecho de la cultura popular un trampolín de dignidad humana. Sin rodeos ni requiebros, ahí están sus libros, ahí están sus conferencias, ahí están sus artículos de Prensa. Y por si cabe algo más bonito en su excelso recuento de cosas que ha hecho y hace por la sociedad en la que vive y de la que aprende a diario, quédense con “Casa de Mágina”, en Cabra de Santo Cristo, el pueblo de su mujer, María González, donde el palacete de la familia es anualmente un centro de estudio y aprendizaje, una cántico a la cultura, con la celebración de unas jornadas educativas nacidas solo y exclusivamente del empeño personal del matrimonio. “Seré feliz siempre que me queden cosas por hacer”, suele decir Manolo, el que tanto sabe de curanderos y milagros naturales.