Majestades, qué alegría tenerles

En este tiempo de desesperanza e inflación, de estampidas del euríbor y de la propia razón humana, da un respiro tener a qué agarrarse con un único fin, dejar volar el corazón y sus maravillosas consecuencias. No de otra forma se entiende la fiesta de los Reyes Magos, alegría y encuentro familiar, ilusión y ternura infinita, todo ello sazonado con una inocencia contra la que nada se puede objetar por mucho que haya quienes huyan de tan magno acontecimiento que a todos los pueblos congrega en masas, solo hay que tener hijos, nietos, sobrinos o ahijados y cogerles de la mano, ellos se encargan de apretarla fuerte para no dejar que se escape la magia. Dicho de otra forma, alcalde o alcaldesa que haya invertido en la mejor Cabalgata de Reyes Magos de todos los tiempos tiene la mitad de la vara de mando asegurada el último domingo de mayo, cuando toca arrebato electoral.

Los sueños mueven montañas, la ilusión traspasa cualquier atisbo de cordura y, tan solo, hay que dejarse llevar por el encanto del significado de los Reyes Magos de Oriente o de Occidente, de La Puerta de Segura o de Arjonilla, de Navas de San Juan o de Pegalajar. “Llevémosle dones de grande valor, pues vienen los Reyes, con tan gran hervor. Alégrese hoy nuestra gran Zagala, vaya con los Reyes la mi manada”, estrofa del cántico que a tan gran día hacía hace cinco siglos Santa Teresa de Jesús, quizá en uno de sus viajes en burro a la provincia de Jaén, quizá en uno de sus conventos fundados sobre piedra y silla dura, con el corazón caliente y la tinta henchida de amor. No hay fiesta que traspase fronteras como la de los Reyes Magos, no hay momento más cándido e infantil que condense mejor la esencia del ser humano, alargar la mano y compartir, ayudar y procurar felicidad al prójimo, que esa noche en la que nadie duerme, ni hijos ni padres, ni abuelos ni bisabuelos, cuando los hay, que para ellos es otro inmenso regalo de la vida compartir la abundancia de la alegría (y de la otra, que ellas y ellos nacieron con el hambre y el desamparo, el frío y la amargura). Rubén Darío, poeta nicaragüense, valedor de emergentes movimientos literarios en su época, también fue seducido por tan magno acontecimiento: “Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos. Triunfa el amor y a su fiesta os convida. ¡Cristo resurge, hace la luz del caos y tiene la corona de la Vida!” Así las cosas, en esta primera Crónica de la Semana del año 2023, donde ni Sus Majestades han podido con la sinrazón humana de la barbarie y la guerra, la haya donde la haya, marquemos el objetivo de la solidaridad como esencia de un año que se nos atragantará con tantas elecciones. “Reyes que venís por ellas, no busquéis estrellas ya, porque donde el sol está no tienen luz las estrellas”, de Félix Lope de Vega.