Lo mejor del olvido es el recuerdo

No hay mejor olvido que el recuerdo, lo decía una mujer gigante, una poeta entusiasmada con la vida, cercana, afable, traviesa y dichosa, de amor cándido e infinito que nos enseñó a saborear la poesía con fervor y devoción infantil a base de parejas y pareados (“cada loco con su tema, cada tomo con su tapa; cada tipo con su tipa, cada pito con su flauta) y suya es una frase inmortal: “Un niño con un libro de poesía en las manos, nunca tendrá de mayor un arma entre ellas”. Arranca el “señor Jota” los últimos domingos de mes de este 2022 con un cántico a la ternura poética y la honda literatura de las cosas sencillas y maravillosas por las que dejábamos volar nuestra imaginación, niños y niñas que nos enfrentábamos al mundo a base de una inocencia inconfesablemente tragaldabas. Porque así nos quería Gloria Fuertes. Con hechura insobornable en las convicciones, con ternura incontestable en nuestras relaciones: “Lamer la piel de quien amas, lamer el plato, pegar sellos; usemos la lengua para todo menos para herir”, así quería, así escribía la poeta madrileña que a tantos niños marcó de por vida: “A veces mis versos son mejores que yo, pero yo quiero ser mejor que mis versos”. A la dulzura de sus versos, a la incondicional y prodigiosa bobería de sus estrofas, tenía Gloria Fuertes otro enganche para las niñas y los niños de varias generaciones, su voz rota, su sonrisa franca, sus ojos pizpiretos, su flequillo travieso... Y entonces y siempre, recuerda el “señor Jota” se ponía seria después, cogía lápiz y papel y escribía negro sobre blanco: “En vista de lo visto me desvisto, me desnudo a mí misma y me mantengo, me encanta este tener lo que no tengo”. Podía caer en la melancolía como todos nosotros hacemos no muy de vez en cuando (“Hay días que con la esperanza no me alcanza”) pero de corrido llegaba el chute a imagen y semejanza infinito de espontaneidad y alegría: “Hasta con un cero se puede hacer la Tierra, una rueda, una manzana, una luna, una sandía, una avellana. Con dos ceros se pueden hacer unas gafas. Con tres ceros, se puede escribir: y0 0s quier0”. Al “señor Jota”, hecho de esa pasta que huye del olvido y mama del recuerdo, con “El Principito” como manantial de vida, le siguen asaltando las dudas descartesianas con Jaén, porque con Jaén no hay método ni principio ni fundamento, que el conocimiento vuela, que la razón no existe, que la existencia es también maravillosamente cándida porque como en Jaén no se vive en ningún sitio, como en Jaén no se desperdicia más talento en el mundo entero, que lo sepa todo el mundo. Sería todo a resumen como lo del inventen ellos: “La gente corre tanto porque no sabe donde va, el que sabe donde va, va despacio, para paladear el ir llegando”. Y así nos va, tiritando de tanto ‘despaciar’ lo que ya de por sí en Jaén va despacio.