De pimientos y de garbanzos

Es una frase que suele repetir a menudo el “señor Jota”, pero no por ello deja de sorprender lo que a veces la vida nos coloca delante de los ojos, unas realidades que conviven con nosotros desde hace tiempo, pero a las que no le habíamos echado el ojo realmente: “A veces parece que lo que no se sabe no existe, pero existe aunque no se sepa”. Miramos pero no vemos, oímos pero no escuchamos. Y esta entrega de fin de mes no es para ajustar cuentas con el devenir de los tiempos ni con la política, muy a su pesar, es simplemente para hacer un cántico a los hortelanos de la provincia, a esa economía antaño de subsistencia que ahora remanece porque los tomates no saben a tomate ni las papas saben a patatas cuando las echamos en la sartén y les ponemos un huevo de corral encima, de los de yema amarilla. Ajos de China, garbanzos de Turquía, pimientos de Chile...

Lentejas de Canadá, tomates de Marruecos y Holanda, patatas de Francia, aceite de oliva de Túnez... ¿Adónde vamos a llegar? ¿Qué estaremos comiendo realmente? Hoy les va a hablar el “señor Jota” de ajoporros y de berenjenas, de lechugas y de calabacines, de pepinos y de sandías y de melones... Aún guarda en la nevera habas de las que le dio su amigo “El Cabrero” en la Nava de San Pedro, de las tardías, tan exquisitas como las primeras de temporada y pronto se dejará caer por los Noguerones para que “El Cantor” lo provisione, como todos los años, con una canasta de tomates criados con el agua del Víboras y la semilla que heredó de su padre y su abuelo. No hay color, son habas y tomates que saben a lo que tienen que saber; no hay trazabilidad, ni falta que hace, de la huerta a la mesa y de la mesa otra vez a la huerta, a repostar la bandeja para una pipirrana, una ensalada de habas y bacalao o un tomate abierto en canal, que los hortelanos se lo comen así, navaja que lo corta de la mata y lo parte en dos, su sal gorda por encima y a sabrosos bocados se acaba con él, chorreando el jugo entre los dedos de la mano. Este último domingo de mayo el “señor Jota” quiere hacerle un cántico a los hoterlanos de toda la vida y a quienes ahora rememoran a sus antepasados plantando los productos de la huerta para que los atardeceres del verano sean más apetitoso saboreándolos en familia. Es cultura en estado puro y sabiduría serrana, es gastronomía y costumbres populares, es, realmente, una oda a la vida de siempre que deberíamos recuperar. El “señor Jota” se dio un paseo el otro día por la ribera del Guadalquivir, Puente del Obispo hacia abajo, y se llevó las manos a la cabeza: Lo que hace nada eran prados enteros de alfalfa y sembrados de ajos y cebollas, ahora es olivar intensivo lindando con el mismo río. ¡Con lo ricos que siempre estuvieron los garbanzos de Vados de Torralba!