Por un esperanto jiennense

15 feb 2020 / 11:01 H.

Da que pensar largo y tendido, sobre todo en horizontal, las perlas cultivadas, las frases lapidarias de la nueva estrella fugaz del independentismo catalán, la alcaldesa de Vic, Anna Erra. Sobre todo ahora que hay allí otra operación triunfo en marcha y cada uno prueba a dar el cante para que se queden con su copla. La moza animó a los catalanes “autóctonos”, de buena condición o, mejor dicho, de su condición, a hablar en catalán a las personas que por su aspecto físico o nombre no parezcan catalanes... Ya teníamos una enciclopedia labrada en piedra sobre el RH negativo vasco como elemento diferenciador, que tan cachondo ponía a Arzalluz y a sus secuaces, que chocaban sus cornamentas al escuchar la llamada de la selva, y ahora se abren nuevas posibilidades de estudio que pueden ir desde la osamenta, el entrecejo, color de ojos y, por qué no, el corte de pelo. Este tipo de supremacismo es muy didáctico porque enfrenta ante el espejo de cualquier homínido racional las verdades del barquero de turno o, en concreto, el grado de “gilipollismo” específico, neto, que tienen nuestras eminencias. Ante el revuelo, pidió disculpas, pero a su manera, aduciendo que se le ha interpretado mal, aunque se explicara cristalina.

Nos hemos acostumbrado, peligrosamente, a ver quién lleva su verborrea decadente un poquito más allá, a mear más lejos fuera del tiesto para contentar a la bancada y sumar méritos. Solo así se entiende que en el debate sobre la ley de la eutanasia en el Congreso, los diputados más ultramontanos ligaran la futura aprobación de esta ley con una especie de exterminio de enfermos o una argucia del Estado para no seguir pagando pensiones. Todo vale en esta particular “Isla de las Tentaciones” que es la política española actual. “Para ahorrar costes” dijo, textualmente, el diputado José Ignacio Echániz, en plena berrea de competencia con Vox, y el mozo se iría a comer gozoso sin pensar por un instante en las miles de familias que han pasado por el trance de una enfermedad terminal, con el deseo explícito de su pariente de poner fin a su sufrimiento, se sintieran mal por la comparación de su ser querido con un gasto al final del mes. La miseria moral puede ir descalza o en zapatos que solo rozan moqueta en eso también nos igualamos, aunque sea por abajo.

De vuelta al diván con Anna Erra, quizá nos convenga a esa otra provincia errante formada por todos los jiennenses diseminados por la España saciada y a los jiennenses que salen en expedición de esta reserva “Jaén paraíso interior” en busca de lo nuestro, profundizar en un lenguaje nuevo, un esperanto propio con el que hacernos entender mejor dadas las disfunciones del lenguaje que deben encontrar nuestros interlocutores. Dado que se nos ve a la legua que somos diferentes, será por nuestro particular garbo al caminar o nuestra pachorra al comprobar los altos que son los edificios más allá del Santo Reino, conviene buscar una nueva forma de entablar contacto fuera de la provincia. Así, el alcalde de Jaén, Julio Millán, por ejemplo, debería haber optado por este lenguaje universal “ad hoc” para hacerse entender con el presidente de la Junta, Moreno Bonilla, en la carta remitida sobre los dichosos flecos del tranvía. Debe de haber jurado en arameo o escrito toda la misiva en mayúscula para marcar más su enojo, porque ha tocado alguna fibra sensible a tenor de la reacción de la consejera del ramo, Marifrán Carazo. La consejera de Fomento le ha afeado la conducta y supedita cualquier prisa al trabajo de los técnicos para que desentrañen el nudo gordiano de este nuestro transporte y para dar ya el calor necesario al debate histórico entra en acción la ubicación de la estación interurbana de autobuses. Y la pasta como principio y fin de todo. En otras vías, las del tren, tenemos igual infortunio. Mientras preguntamos de lo nuestro, Renfe se pasa otros tantos pueblos para incorporar el Avant en Granada, pero no aquí. Para cuándo un estación de tren Granada-Jaén y nos evitamos berrinches.