Lo que nos quedará por ver

    03 feb 2023 / 16:00 H.
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    Ha sido el Papa Francisco quien más veces ha solicitado en sus homilias y sus intervenciones en la plaza del Vaticano que le den una oportunidad a la paz, que se busque el diálogo como forma de parar la guerra y la destrucción. Por el contrario, el discurso oficial y, por ende, el periodístico, es el del armamento, de cuantos muertos se esconden y la falta de apoyo de los países aliados a Ucrania. No hay forma de establecer el argumento insoslayable de la condición humana de que nadie tiene derecho a matar a nadie, ni que tampoco se puede disponer de la vida humana a cuenta de tierras y banderas, da igual quién se crea en posesión de la verdad o quién la tenga realmente. Estamos en un callejón sin salida con un país, Ucrania, como centro bélico de unos contra otros, y su población sufriendo el frío y la falta de comida, los bombardeos y la falta de electricidad, sin que, repetimos, se le de una oportunidad a la paz que es decir, a la vida misma.

    Caminamos hacia el primer aniversario de la invasión y si Occidente predice una elevación cruel de las acciones bélicas de Rusia hacia Ucrania y las regiones más al este, desde Rusia se avisa con mensajes de alto belicismo con la consecuencia que tendrá para toda Europa si se le mandan tanques modernos a las tropas ucranianas. No hay una mínima esperanza, con lo que la guerra en Europa vuelve a ser cíclica y no aprendemos del sufrimiento de las generaciones que nos precedieron, tanto con el solar que dejó la Primera Guerra Mundial como la huella imborrable de la Segunda Guerra Mundial y el régimen nazi. Lo que nos quedará por ver, es fácil predecirlo, aunque duró subrayarlo, no será más que dolor y dolor y dolor.

    Editorial