La contaminación lumínica

    18 ene 2021 / 14:36 H.
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    Un estudio realizado por la Universidad de Colorado sitúa a Jaén en el mapa de los puntos calientes en lo que a contaminación lumínica se refiere. Se trata de un problema que comparten grandes ciudades en las que cada vez es mayor la emisión de flujo luminoso en intensidades, direcciones, rangos espectrales u horarios innecesarios para la realización de las actividades de la zona donde están instaladas las luces. Ver las estrellas se convierte en misión imposible en las zonas más pobladas de la provincia, sobre todo aquellas que más actividad empresarial tienen. Ni que decir tiene que, en este momento, el principal objetivo se centra en ganar la batalla a un virus que tiene a todo el mundo en vilo, pero los gobiernos nos pueden perder de vista algo que hipoteca nuestro propio futuro, porque la sobreexplotación de los recursos naturales contribuye al cambio climático y a la generación de residuos para los que no hay vuelta atrás. Frenar la contaminación lumínica es un reto que, sin embargo, no suele aparecer en los programas electorales y, en cierto modo, debería ser una obligación para evitar, en un futuro ya presente, males mayores. Impedirla no significa vivir a oscuras, reducir la visibilidad nocturna o la seguridad. Se trata de iluminar de forma adecuada y eficiente, evitando la emisión de luz directa a la atmósfera y empleando la cantidad de luz estrictamente necesaria dirigiéndola allí donde necesitamos ver: hacia el suelo. Lo dicen los científicos y los expertos que apuestan por el uso eficiente de la energía, más en un momento en el que el encarecimiento del precio parece estar en manos de unos pocos cuando la demanda, derivada de una ola de frío, se dispara.

    Editorial