Un mundo en guerra

    09 sep 2025 / 08:24 H.
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    No es casual que en algunos discursos políticos se haya hablado del Pentágono como un verdadero “Departamento de la Guerra”. La expresión refleja con crudeza una realidad: el poder militar se ha convertido en la principal herramienta de disuasión, mientras que el diálogo y la diplomacia parecen pertenecer al pasado. Los conflictos se multiplican: Ucrania, Gaza, Sudán, Siria... Cada escenario nos recuerda que la paz sigue siendo una asignatura pendiente de la humanidad. Y aunque en muchos casos se habla de procesos de reconstrucción, la violencia deja heridas tan profundas que la estabilidad rara vez llega.

    La industria armamentística, con sus constantes innovaciones, se erige como la gran beneficiada de este mundo en guerra. El negocio de las armas crece al mismo ritmo que la desconfianza entre países, alimentando una peligrosa espiral. Incluso medidas como la reinstauración del servicio militar en Alemania son señales de un futuro más centrado en la preparación bélica que en la convivencia pacífica. El ser humano, sin embargo, también tiene otra cara: la de la cooperación, la solidaridad y la búsqueda de acuerdos. Esa dimensión hoy se quiere ocultar entre escaladas militares, pero es la única que puede romper el ciclo de violencia. Más que limitarse a denunciar la guerra, debemos exigir que la diplomacia y el diálogo recuperen el lugar central que nunca debieron perder, porque unos pocos están secuestrando el futuro de todos.

    PEDRO MARÍN USÓN / ZARAGOZA

    Del aborto y del suicidio

    Se habla, se escribe, se airea públicamente el incremento de los abortos en España con una clara intencionalidad publicitaria. Por el contrario se silencia adrede y de forma premeditada el número de suicidios de personas jóvenes, que son muy numerosos y en ascenso cada día. Se pretende con una y otra actitud que aumenten los abortos y que disminuyan los suicidios. ¿Qué es, pues, entonces la vida? ¿Qué valor tiene? Para unos y otros, para los que provocan el aborto y para los que se suicidan la vida no tiene ningún valor, es un absurdo, o una contrariedad vivir. Ya se ha relegado al olvido que la vida es un don de Dios, un regalo único y genuino que hemos recibido y que hemos de valorar y cuidar. Claro que cuando desde las más altas instancias sociales y políticas se propician ideologías y se insta a que formen parte esencial de la formación integral de los niños desde su más tierna edad no se puede evitar que a posteriori esas ideas nefastas y execrables provoquen o conduzcan resultados indeseables.

    Sí, y luego vienen los “lamentos” cuando lo irreparable ya no tiene remedio. Y no solo esto, sino también las secuelas psíquicas y psicológicas de los protagonistas de estos desvaríos y de las personas de su entorno. En fin, se ve la necesidad urgente de una formación vital y trascendente a todos los niveles y, sobre todo, una denuncia contundente de tanta malévola y manipulada ideología. Resumiendo: queremos ser personas normales y corrientes, amantes de la vida.

    JUAN ANTONIO NARVÁEZ / ÚBEDA

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