Todo comienza por uno mismo

    21 nov 2025 / 08:26 H.
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    La conciencia de la humanidad queda manchada con tantas realidades bochornosas, como cuando las vidas de los niños se ven atrapadas bajo el yugo de la pobreza o trastornadas por desastres o conflictos violentos que matan y mutilan a seres indefensos; o la misma existencia de nuestros mayores, cuando es abandonada y desasistida”.

    En un cosmos donde podemos elegir cualquier cosa, elijamos tomar conciencia en nuestros quehaceres. En efecto, tan importante como alzar la voz es escucharse, guardar silencio para oírse y ver qué pulso nos interesa tomar como actitud de vida. Por eso, es trascendente hacer pausas, ya no sólo para tomar aliento y descansar de los tropiezos, también para interrogarse, corregirse y enmendarse, antes de que el estrés y el agotamiento corporal y emocional nos trastorne mentalmente. Está visto que únicamente, tomando conciencia de que, sólo caminando por el camino de la concordia, el mundo podrá construir un futuro mejor para todos, porque la paz puede conseguir maravillas que la guerra nunca alcanzará, trazaremos horizontes de avance humanitario y de un alto el fuego global.

    Sin embargo, la conciencia de la humanidad queda manchada con tantas realidades bochornosas, como cuando la vida de los niños se ven atrapadas bajo el yugo de la pobreza o trastornadas por desastres o conflictos violentos que matan y mutilan a seres indefensos; o la misma existencia de nuestros mayores, cuando es abandonada y desasistida. Solemos contribuir, para desgracia de todos, a la descomunal polarización de las relaciones internacionales por causa de la crisis y los enfrentamientos existentes. Pese a lo dicho, se desvían recursos para dedicarlos a la fabricación y el comercio de armas. Ciertamente, nos falta alma y nos sobran falsedades, lo cual envilece la comunión y ahuyenta el espíritu fraterno y la amistad social.

    No hay más que una sana rectitud para ponerla en práctica, que no es otra que la conciencia al servicio de la justicia, como tampoco no hay más que una perfección, el espíritu donante al servicio de lo auténtico. Indudablemente, todas estas virtuosas hazañas se inician mar adentro, con la genialidad de conocerse y reconocerse, cada cual consigo mismo y junto a los demás. Bajo este ejercicio de sana cognición, habrá siempre alegría. Si algún regocijo nos habita en el planeta, lo tiene seguramente el ser humano de corazón níveo. Es cuestión de examinarnos internamente, de hacernos valer y de tomar el valor del discernimiento moral como lenguaje, sabiendo que uno es, en la medida que se deja respetar, reeducándose para la convivencia. Instruirse para adquirir percepción de la ecuanimidad, debiera estar en todos los planes formativos; y así, mejoraríamos el buen talante, que unido al fomento de que no falten oportunidades para cultivar el mejor talento, que no es otro, que la sabiduría por lo armónico, fomentaríamos de este modo que la injusticia racial, la desigualdad, el discurso de odio y la intolerancia no persistieran y, en muchos contextos mundiales, al menos disminuyesen. Sea como fuere, toda la ciudadanía tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad, a fin de tomar personalmente las decisiones morales que son de su incumbencia. De ahí, la significación de formar la conciencia y de esclarecer el juicio moral. Desde luego, será un buen propósito trabajar por ser ciudadanos tranquilos en tiempos convulsos.

    No hay almohada más placentera que una conciencia templada. Quizás, por ello, dentro de nosotros cohabite otro ser que está contra ese oleaje inhumano, deshumanizado por completo, que nos lleva a vivir en contradicción permanente. En consecuencia, un espíritu bien formado y mejor formulado, a través de un carácter justamente desarrollado, enuncia sus reflexiones según la razón, conforme al bien verdadero, ofrendado en nuestro propio fuero interno, lo que debe hacernos comportar fraternalmente los unos con los otros. Esto demanda una transformación entre análogos, que consiste en valores, actitudes y conductas que plasman y suscitan interacciones e intercambios sociales sustentados en los principios de imparcialidad y democracia. ¡Toca renovarse para vivir!, pues.

    VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO

    ¿La autoayuda da prosperidad y cambios vitales?

    Señor Director: En los últimos años han proliferado eventos de autoayuda que prometen prosperidad, abundancia y cambios vitales casi milagrosos. Hace pocos días pude comprobarlo por mí misma al asistir a un festival llamado Yes a la vida, donde, detrás de tanta grandilocuencia, había muy poco. Lo que se anunciaba como transformación quedó reducido a focos, música, entusiasmo..., y humo. Estos espacios suelen sostener una lógica rígida: o se está dentro sin cuestionar, o se es considerado parte del problema. En esa frontera se pierde algo esencial: la libertad de pensar, sentir y conversar sin miedo. Bajo un barniz de entusiasmo se generan dinámicas que confunden y dejan a muchas personas más frágiles de lo que llegaron. Respeto que quienes los organizan se ganen la vida con ello, pero echo en falta una mirada más honesta. Las contradicciones no solo desorientan: hieren. He visto cómo esa energía desbordada levanta barreras invisibles entre personas que antes se comprendían, como si una parte quedara atrapada en la sala y la otra regresara desconcertada. La autoayuda debería ser refugio y no fractura; un espacio para sentirse y sanar, no para sembrar culpa. Atentamente:

    ANA MARÍA GARCÍA VALENZUELA / JAÉN

    ¿Tiene sentido?

    Se cumple medio siglo del fallecimiento de Franco. A pesar del tiempo transcurrido, seguimos hablando y escribiendo sobre aquella época. ¿Tiene sentido? España y el mundo han cambiado de forma radical. En 1975, Mao aún vivía en China y el país no había iniciado la apertura económica de Deng Xiaoping que transformó el planeta y culminó con la entrada en la OMC en 2001. Desde entonces, la globalización, la digitalización y los avances tecnológicos han alterado profundamente nuestra forma de trabajar, comunicarnos y relacionarnos. Hoy los desafíos son otros: el cambio climático, la crisis demográfica, las tensiones geopolíticas y una sociedad que busca su equilibrio entre progreso y sostenibilidad. Conocer la historia sigue siendo necesario, pero no para quedarnos anclados en ella, sino para entender de dónde venimos y no repetir errores. Medio siglo después, quizás sea el momento de mirar más hacia el futuro, de afrontar los nuevos retos con una mentalidad abierta, sin olvidar el pasado, pero sin que éste condicione cada debate presente. Recordar no debe impedirnos avanzar. ¿Por qué no generar ideas positivas hacia la nueva sociedad que se está construyendo?

    PEDRO MARÍN USÓN / ZARAGOZA

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