“Laboratorio” de anticatolicismo

    26 feb 2017 / 11:25 H.

    Me permitirán que no escriba la fecha porque por razones de salud familiar me encuentro acompañando a un familiar en la residencia sanitaria Gran Capitán de Jaén, en su séptima planta y aquí, una vez transcurridos una temporada, pierde uno la noción de los días, tampoco es que nos importe mucho. El motivo de mi escrito no es otro que, aún ya siendo muy conocido la profesionalidad y las buenas maneras de los trabajadores, desde cirujanos, médicos, enfermeros, auxiliares, celadores, voluntarios, etcétera. Permítanme pero me sentía en la obligación de nombrarlos a todos sin excepción. Quizá ya sean reconocidos en este país, los familiares de los enfermos de esta planta, en mi caso Hematología, saben de qué hablo. Nuestro reconocimiento y gratitud siempre nos será insuficiente. Volviendo al tema que me preocupa, regresé a la provincia tras varios años sin visitarla, al Jaén dónde nací, al Jaén al cual enaltezco allí donde voy y dada la situación cual fue mi sorpresa al comprobar en lo que se está convirtiendo. Primero debido a la estética, la cual se encargaron de destrozar algunos eruditos con la construcción de ese tranvía del futuro, madre mía que desastre. Pues bien, no sé si eso influirá o no en la vergüenza de los parquímetros que nos situaron en los alrededores de este hospital pero no me queda otra que recalcarlo. ¡Vergüenza! Ya no por ellos en sí, si hay que pagar pues se paga, aunque la gente no deje el coche allí por gusto, sino porque tienen un tope de 2 horas, con la consecuencia de tener que estar siempre arriba y abajo sumando horas a dicho aparato, todo eso con su justo controlador al acecho para multar, justo en el momento que te pases 5 minutos. En mi caso operaban a mi familiar en cualquier momento a vida o muerte y me fue imposible acompañarlo, cogido en mano, a quirófano como requería él y la situación, por estar dándole un euro con cinco céntimos al Ayuntamiento o para que no se vayan a dar por aludidos, al parquímetro. En fin mi bonito recuerdo del Jaén que conocí, del Jaén de mis amores, ha quedado en eso, en un recuerdo, ese Jaén paraíso interior al que hace referencia la publicidad, Señores, que mejor publicidad que la de sus propios habitantes. Lo triste es que no es la ciudad la responsable de estas contradicciones sentimentales, sino quien dirige sentado en un sillón de un pleno y de quienes lo apoyan. Sin nada más que decirles, espero que aún no solucionando nada, les hagan pensar un poco. Un saludo. En honor a mi padre.

    El día, 16/02/2017 en la página número 6 de nuestro periódico: Diario JAÉN, apareció una información sobre “las herencias envenenadas”. Aunque estoy totalmente de acuerdo con ello, yo quiero añadir: que lo que trabajé toda mi vida y lo que heredaré de mis padres, solo sirve para que mis descendientes tengan que pedir un crédito para pagar el Impuesto de Sucesiones. Así pasa lo que pasa, miles de herederos, descendiente renuncian a la herencia porque no pueden o no les compensa pagar. Las renuncias se han duplicado durante la crisis en varias Autonomías. Eso no es un impuesto, es una expropiación y una desigualdad entre regiones. Es mucho más caro pagar en Andalucía que en Madrid. Es increíble que por una herencia de 800.000 en Asturias, habría que pagar 160.000 más que en Cantabria, —que prácticamente está al lado— y en Canarias se pagaría solo 134. ¡Díganme!, si eso es justo: Gobernantes Autonómicos. Si somos españoles tendríamos que pagar todos igual. No me sorprendería que algunas Comunidades rebajen ese impuesto y sobre todo a las empresas, atrayendo a personas e inversiones para fastidiar a las personas físicas. No somos una Nación de ciudadanos libres e iguales...Este impuesto lo desmantela, a la hora de pagar, sí que somos una Nación de Naciones.

    Parece que Valencia es un “laboratorio” de anticatolicismo, un “banco de pruebas”, promovido por Compromís y Podemos, ahí denominado Valencia en Comú, y consentido por los socialistas. Hace unos días, a iniciativa de Valencia en Comú, el consistorio aprobó que Valencia se una a la Red de Ciudades por un Estado Laico, y se retiren los símbolos religiosos de edificios públicos, a la vez que se impulsará que la Iglesia Católica pague por sus inmuebles el IBI, salvo los lugares de culto o de uso social. Un debate que resultó muy confuso, no se cerró y que una concejala socialista que votó a favor calificó como “inútil”, pero se prestó al juego demagógico. Yo lanzo una pregunta: ¿es lógico que pague IBI una universidad católica o un hospital católico, y no lo paguen una universidad estatal o un hospital público? Sin pretensiones de excesiva precisión ni de cerrar el debate, las universidades públicas no lo pagan, y las privadas crean miles de puestos de trabajo con fondos privados –también podríamos llamarlos “sociales” para distinguirlos de “estatales”-, por lo que hay que sopesar lo que se pretende. Se suele matizar que se respetarán las fiestas que sean un legado cultural. ¿No lo es la del patrón de Valencia, San Vicente Mártir? Pienso que Ribó tiene que hacer una reflexión. ENRIC BARULL