Sobre la cabeza de Bernardo López
A mi edad nonagenaria, se acumulan los recuerdos y a ellos, quiero referirme. En sucesivas idas y venidas, me encuentro en los Jardinillos de Jaén contemplando la estatua de mi admirado poeta, Bernardo López García. Un grupo de foráneos se acerca y a mis espaldas, se oye una voz infantil.
—¡Papá! ¡Papá! ¿De quién es esa cabeza?
El padre, diligente, se acerca para leer la inscripción y con
aire de entendido, le contesta
a su hijo.
—Hijo, este hermoso busto debe de ser de Alfonso XIII.
Ante semejante disparate,
no tengo por menos que intervenir, aunque lo hago con la máxima corrección.
—¡Perdón señor! Parece ser que usted al leer la inscripción de la placa, ha leído el nombre de la autoridad que inauguró la estatua y que efectivamente, fue Alfonso XIII. En realidad el busto es de Bernardo López García, cantor de la famosa poesía del Dos de Mayo.
—Gracias joven, ¡menuda pifia he cometido!
—Nada de eso señor, al no ser ustedes de Jaén, no tiene nada de particular el error.
—Gracias de nuevo. Pero tengo una duda y por eso te pido perdón. Yo creía que el Cantar del Dos de Mayo, era de Espronceda.
—No señor, la confusión suele venir, de que la poesía del Dos de Mayo, está escrita con un estilo muy parecido al de Espronceda.
—Pues joven, me estás dando un buen repaso y veo que mi hijo, nos mira a uno y a otro, como queriendo saber algo más.
—Sí papá, quisiera conocer la poesía del Dos de Mayo.
—Hijo, de eso tengo una ligera idea, dice algo así, como, y si no, este joven me corregirá... “Alza Patria tu aflicción y escucha el triste concierto, que forman tocando a muerto, la campana y el cañón”... Compraremos los poemas de Bernardo López y los leeremos completos, gracias a este joven amigo, que nos ha ilustrado.
Y para añadir una nota de humor, me dirijo al pequeño hijo de tan gentil señor.
—¿Quieres saber lo que se dicen, aquí en Jaén, dos chiquillos cuando discuten?
—¿Qué se dicen?
—Se dicen a modo de insulto... ¡Tienes más cabeza que Bernardo López! Y el rival le contesta, ¡Más cabeza tienes tú!
—¿Y quién los corrige?
—Si el maestro está al lado y los oye, les dice... ¡Vosotros sí
que sois cabezones, incultos y perezosos. Lo que se suele comentar acerca de la cabeza de Bernardo López, no es por cabezón, sino
por talentoso.
BERNARDO RUIZ LÓPEZ / Jaén
Valores que perduran
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, la amistad florecía como las flores en primavera. Paz y amor reinaban en cada
rincón, y la esperanza se respiraba en el aire. Sus habitantes se trataban con respeto y amabilidad, demostrando humildad en cada gesto.
Cada mañana, el amanecer pintaba el cielo con los colores del sol, recordándoles la importancia de valorar cada nuevo día. La libertad era un tesoro preciado, y el entusiasmo se contagiaba de persona en persona.
En ese lugar, el orgullo no nacía de la superioridad, sino del agradecimiento por lo que tenían. Sabían perdonar y valoraban la lealtad y la fidelidad. El buen humor y la alegría eran contagiosos, y la paciencia se consideraba una virtud imprescindible. La humanidad se manifestaba en cada acto de comprensión y en el silencio que permitía escuchar los latidos del corazón. La serenidad y la compasión se extendían como un abrazo cálido, y el afecto se ofrecía sin límites. Pero no todo era perfecto. También había momentos de vacío y dolor, aunque la conciencia de que formaban parte de la vida les impulsaba a seguir adelante. La entrega y el asombro ante las maravillas del mundo les recordaban la pasión por vivir. En aquel lugar, la sinceridad era un valor fundamental y la positividad se cultivaba día a día. El cariño se expresaba en cada gesto, y aunque no siempre se era completamente feliz o se estaba plenamente bien, todos buscaban la paz y el bien
en cada encuentro.
ANA CACHINERO / Jaén
San Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz ascendió a la cima del Monte Carmelo en una noche oscura. Son expresiones poéticas y figurativas de lo que fue su vida: Una continua lucha, una ascesis dinámica, incesante e infatigable, por senderos espirituales arduos y espinosos, pero nunca indecisos o vacilantes, recorridos jornada tras jornada. Eran tiempos convulsos en los que la ascética y la mística estaban acechadas en extremo por la inquisición. Santa Teresa de Jesús, de quien san Juan era hijo espiritual, había sentido de cerca el palpar de la sospecha de determinados inquisidores, e igualmente Fray Luis de León y otros. San Juan cargó sobre sus espaldas y sobre su frágil cuerpo la persecución de algunos de los mismos religiosos del carmelo. Eran, lógicamente, otros tiempos y otras circunstancias; pero san Juan de la Cruz siguió siempre su ascensión “sin otra luz y guía, sino la que en su corazón ardía” que era el Amor Divino inflamado, puesto de
manifiesto tanto en sus escritos como en su predicación y hasta
en su propio ser. Años de vida desde Fontiveros pasando por Medina del Campo, Ávila, Segovia, Granada y un sinfín de pueblos y ciudades hasta Úbeda, en la provincia de Jaén, donde el amoroso lance de sus casi cincuenta años de vida, pero nunca falto de esperanza, pudo lograr la plenitud de su existir y así exclamar satisfecho y confiado en Dios, su Señor: “volé tan alto, tan alto que le di a la caza alcance”.
JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
NARVÁEZ / Úbeda