26 jun 2025 / 08:47 H.
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    Resentiditos

    Resentiditos

    La etimología siempre nos depara sorpresas. En estos días de mareo y turbieza, me llega que algunos ortodoxos del socialismo de Santos —que en nuestra provincia también los hay— me llaman, y nos llaman, “resentiditos”. Y es que en latín, “resentīre” significa literalmente volver a sentir. Claro que me sentí frustrado en su momento, y claro que lo siento ahora. Ni toleré ni tolero la mediocridad del corrupto. Y siento curiosidad por los que no están resentidos; una curiosidad que solo se sacia pensando en que ahora deben estar sentidos, “sentiditos”, aquellos que se han beneficiado de un sistema en el que las irregularidades y el trapicheo eran la norma mayor, y que ahora, curiosamente, se están poniendo nerviosos.

    Y aquí, en esta trinchera del resentimiento, me encuentro con compañeras que fueron apartadas de las listas electorales por defender una ética socialista que no se negocia; compañeros que valoran la lealtad como un valor fuera del negocio de la compra de voluntades, puestos políticos o trabajos indignos para quienes deberían defender, precisamente, a la clase trabajadora. A la intemperie, los guardianes de la moral. Un Comité Ético que aún no se ha resentido y un Comité Electoral que nunca hizo públicos los resultados de las primarias. Total, dos votos más a la urna y se hace la trampa.

    Acabo con todo resentimiento. Un consejo: leed Moderaditos, de Diego S. Garrocho, un librito que os hará sentir orgullosos de pensar libres, sin resentimientos.

    DANIEL CAMPOS LÓPEZ / LINARES

    Inauguración del Olivo Arena

    Vivimos rodeados de información sobre cómo alargar la vida y mejorar nuestro bienestar. Medios, libros, vídeos y artículos nos ofrecen constantemente recomendaciones sobre ejercicio físico, alimentación saludable, vida social activa, etcétera, especialmente dirigidas a las personas mayores. Sin embargo, pese a esta avalancha de consejos, en lugares cotidianos —como en el supermercado— es frecuente escuchar conversaciones sobre dolores, enfermedades o limitaciones físicas que parecen no mejorar. La “fórmula mágica” de la longevidad, al menos para muchos, no está funcionando. Y menos aún en estos tiempos de temperaturas extremas y condiciones difíciles.

    Por otro lado, llama la atención la escasa atención que recibe la población más joven y la de mediana edad. Quienes intentan construir un proyecto de vida enfrentan serios obstáculos: dificultad para acceder a una vivienda, precariedad laboral o trabajos muy por debajo de su nivel de formación. Es como si la literatura del bienestar se hubiera olvidado de ellos, centrando todo el enfoque en quienes ya han dejado atrás su etapa laboral.

    Tampoco se puede esperar demasiado del ámbito político. El panorama actual refleja más preocupación por disputas partidistas y personales que por las verdaderas necesidades de la ciudadanía.

    Y, aun así, cada día amanece. Y cada uno lo llevamos como podemos... y como nos dejan.

    PEDRO MARÍN USÓN

    La colosal decepción

    Suena el teléfono. Es mi amigo Rafa, de izquierdas de toda la vida, como yo: —Miguel... Estoy hundido. Llevo días dándole vueltas. No sé si voy a votar. Si lo hiciera, ni siquiera sé a quién. Me siento estafado. La izquierda... lo que pensábamos que era la izquierda... me parece ahora una farsa. Farfolla. Me da hasta vergüenza.

    —No digas eso, Rafa. No podemos rendirnos. Entiendo el desencanto. Todos estamos hartos de ver cómo se mancha lo que es limpio. Pero si tú, que has creído siempre en un mundo más justo, más libre, tiras la toalla... ¿entonces qué nos queda? Justo por eso hay que votar.

    —¿Y qué sentido tiene seguir defendiendo algo que parece roto? Se supone que la izquierda es ética, diferente, pero ahora... corrupción, luchas internas, postureo... ¿Qué queda de todo aquello?

    —Queda lo esencial. Queda la convicción de que este país, cuando avanza en derechos sociales, cuando hay más libertades, más justicia, es porque ha sido la izquierda quien lo ha impulsado. La derecha jamás. La derecha solo gestiona privilegios para ricos y, cuando tiene poder, lo usa para recortar derechos y libertades, para criminalizar, para retroceder. ¿Quieres que te recorten la pensión o que bajen el salario mínimo?...

    —No; pero es que hay cosas que también duelen desde dentro. No todo lo puede justificar el “mal menor”. —Y no hay que justificarlo todo. Al contrario, hay que exigir más. Pero desde dentro, desde la acción. No desde la abstención. No podemos permitir que el ruido de la “fachosfera” —política, judicial, mediática— nos nuble el juicio. Toda esa bulla está hecha para desmotivarnos. Para que la gente como tú diga: “no merece la pena”.

    —Es que lo que está pasando es muy grave... —Gravísimo. Y precisamente por eso hay que meter en la cárcel a los corruptos y que lo paguen. Pero no podemos olvidar que la derecha ha hecho cosas muchísimo peores: saqueo de las arcas públicas, redes para destruir pruebas que les incriminaban, elaborar informes falsos para hundir a rivales políticos... y los ha protegido. Eso sí que es una auténtica mafia. Pero ellos no dudan en votarse. Nosotros, en cambio, nos autoflagelamos. Nos derrotamos solos.

    —¿Y no es honesto dudar?

    —Claro que sí. Y valiente. Pero no podemos dejar que la duda nos paralice. Tú creías en un mundo más justo, y esa idea sigue viva. Está herida por los miserables, sí, pero no muerta. No votes por unas siglas. Vota por esa idea. Porque si tú y yo renunciamos a ella, entonces sí que habrán ganado los que persiguen la desafección.

    –No sé... igual tienes razón. Necesitaba hablar de esto con alguien.

    –No te rindas, Rafa. No ahora.

    MIGUEL FERNÁNDEZ PALACIOS

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