Pornografía en la calle

    18 jun 2025 / 09:02 H.
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    Pornografía en la calle

    Hace algunos años la pornografía estaba restringida a algunas publicaciones, revistas, etcétera que estaban envueltas en los kioscos de prensa y no podía hojearla cualquiera libremente. Hoy en día tenemos pornografía al alcance de todos en vivo y en directo. Es escandaloso lo que se ve en la calle, jóvenes y no tan jóvenes que parece que se les ha olvidado vestirse antes de salir de su casa. Pantalones y faldas tan diminutos que apenas cubren la ropa interior, y camisetas que parece que les falta tela por todas partes. Y es lo habitual, la gran mayoría van con ese “desvestido”. No hay estética que pueda argumentarse a su favor. Y en cuanto a la moral, al pudor, ese concepto está obsoleto. No digamos ya en las playas donde uno duda si no nos hemos equivocado y estamos en una playa nudista. ¿Dónde están esos padres y maridos que permiten a sus hijas y esposas ir desvestidas de manera escandalosa? No nos sorprenda que acosos y violaciones sean noticia diariamente. Son simplemente consecuencia de la provocación constante en todos los ambientes, la calle, bares, universidades, y ya no quiero ni imaginar lo que hay en las discotecas. Sodoma y Gomorra. ¡Qué pena de sociedad en la que no se cuidan los valores morales como el pudor que dignifica a la mujer!

    LOURDES CAMPS CARMONA

    Cartas de los lectores

    El Ayuntamiento de Jaén me vapulea, desprecia mi herramienta de trabajo como sencillo obrero. conos incoherente.

    A usted, Julio Millán Muñoz, primer regidor de nuestro Ayuntamiento de Jaén.

    El 2 de junio 2025, hablamos sobre los daños materiales llevados a cabo por vándalos que asaltando el lugar donde depositáis los vehículos, Vaciacostales, a donde lleváis los vehículos sobre los que actúa la Grúa Municipal, mi furgoneta mixta Opel Combo Tour acristalada, fue llevada, tras la retirada en vía pública sin cometer infracción alguna. Resultando que los daños cuantiosos observados hacen imposible reponer según pude ver acompañado del empleado Antonio, de Epassa, cuando al llegar y ver el capó motor abierto y todas cinco puertas, dos de ellas reventadas las cerraduras, faltar batería, esterillas, los cuatro inyectores, central eléctrica, arrancada palanca de cambios, baca-potaequipajes de parrilla, embellecedores de las 4 ruedas, entre otras piezas útiles del vehículo, etcétera. Resultando que al estar lloviendo y proceder a cerrar todas las puertas, capó, motor, y oír Antonio el sonido... Exclamó:

    —“¡Pedro, suena como nuevo!”

    —Sí— respondí, cuando me robaron el coche de mi plaza de garaje particular comunitario de mi vivienda, solo tenía doscientos kilómetros. Puse denuncia en la Comisaría de la Policía Nacional, más baja temporal en Jefatura Provincial de Tráfico.

    Resultando que no es aplicable Ley de Tráfico y Seguridad vial, si no la Responsabilidad Civil Subsidiaria —derecho: dicho de una acción o de una responsabilidad: que suple otra principal (RAE)—. Rogándole que intervengas ante Epassa, gestora municipal de grúa y se me indemnice a valor total al comprar mi furgoneta en equivalencia a fecha de hoy y no negaros a responder civilmente de los daños y perjuicios acaecidos en las dependencias municipales. Espero de su aquiescencia, acuerdo, ya que es herramienta de mi trabajo.

    JACINTO LECHUGA / Jaén

    Cada atropello es una familia rota

    Se habla de seguridad vial, pero poco del drama cotidiano que sufren los peatones. Niños, mayores, personas que simplemente caminan por su ciudad, quedan expuestas a una máquina que, en manos irresponsables, puede ser letal: el coche. En 2024, más de 500 personas murieron en siniestros urbanos en España. La mayoría eran peatones. Y junto a ellos, miles de heridos graves. Más de 4.000 personas al año quedan con secuelas físicas y psicológicas tras ser atropelladas. Muchos no regresan a casa tal como salieron. ¿De verdad lo estamos asumiendo como algo inevitable?

    Detrás de cada cifra hay una historia y, casi siempre, una decisión humana: velocidad excesiva, consumo de alcohol o drogas, distracción al volante —especialmente por el uso del móvil—, o pura impaciencia. No es un accidente cuando se pisa el acelerador en una calle limitada a 30 kilómetros por hora. Es negligencia. Es violencia vial. Nuestras ciudades siguen priorizando al vehículo privado frente a la vida humana. Y lo hacen en nombre de una movilidad que, paradójicamente, deja a muchos inmóviles para siempre. La solución está a nuestro alcance: educación vial desde edades tempranas, sanciones firmes, medidas urbanísticas que protejan al peatón, y un cambio cultural profundo. Las calles deben ser lugares para convivir, no para morir ni quedar marcados de por vida. En plena Europa del siglo XXI, seguimos asistiendo a un goteo constante de muertes en nuestras calles, como si se tratara de una guerra silenciosa. Una máquina con potencial letal sigue cruzándose cada día con la vida de los más indefensos. Mientras tanto, no miremos hacia otro lado.

    PEDRO MARÍN USÓN

    Honradez o justicia

    Nos define el Diccionario de la RAE el término honradez como “rectitud de ánimo, integridad en el obrar”. Término aplicable, en principio, a todas las personas. Pero bien podemos advertir que hay personas que prefieren ignorar esta palabra: ¿honradez, para qué? Pues sencillamente para evitar la justicia, porque la honradez limita con la justicia. Y no es únicamente por temor a la justicia, sino porque el comportamiento ciudadano lleva consigo el respeto a los demás, personas y haberes; y también, en consecuencia, vivir la rectitud, la veracidad y la fidelidad con ellos. Ya nuestro Miguel de Cervantes daba una aprovechable lección en El Quijote: “Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo, ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”.

    JUAN ANTONIO NARVÁEZ SÁNCHEZ / ÚBEDA

    “Coronas fuera” en España y EE UU

    Los medios nos han transmitido las manifestaciones en Estados Unidos contra los abusos dictatoriales de Trump, ahora contra los inmigrantes, así como su carísimo desfile militar, sin precedentes en tiempos de paz. Con pocas horas de diferencia, hemos visto en Madrid una manifestación estatal antimonárquica, que llevaba —como hace años— también unas coronas tachadas. Pero aquí predominaban unas tan grandes como contraproducentes banderas tricolor, que hasta el general Rojo lamentaba como divisoria en el exilio; banderas que todavía —y más si cabe, por su arcaísmo— dificultan que jóvenes y mayores manifiesten más su apoyo al régimen republicano, mientras que sigue reinando esa tan pesada e incluso escandalosa herencia del franquismo.

    DIEGO MAS MAS

    Cartas de los Lectores
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