Números
Una pequeña anécdota me ha llevado a reflexionar recordando números que permanecen indelebles en nuestra memoria. Era un niño de 9 años cuando disfruté de mi primer mes de colonias que la empresa Michelin organizaba para los hijos de los trabajadores: Mi madre cosió en todas mis prendas el número 91; la misma empresa, disponía de una cooperativa de consumo para el personal siendo el 1084 el número de socio de mi padre. ¿Quién no recuerda el número del portal donde vivíamos de chavales, la matrícula del primer coche que compraron nuestros padres o del teléfono? Qué decir del importe de nuestro primer sueldo cuyo sobre entregábamos a nuestra madre, orgullosos y henchidos de gozo. El número por antonomasia y de obligado conocimiento es el del DNI. Nuestro bienestar material se reduce a números; todo tipo de apuestas y sorteos los rigen los guarismos y quien más quien menos memoriza las combinaciones. En resumen, estamos rodeados de ellos, mudos, fríos como un témpano pero implacables; representan el idioma universal. Nos adjudican un número al nacer y otro al fallecer. Somos un número, tan solo eso.
FRANCISCO JAVIER SÁENZ