Nos arruinamos

    24 dic 2025 / 08:39 H.
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    Señor Director: estas líneas responden a unas declaraciones en redes sociales en las que se califica de “circo” de forma despectiva a los festejos taurinos populares, en referencia al toro ensogado de Beas de Segura o Arroyo del Ojanco. Por el tono observado y por la terminología que acompaña al mensaje se desprende que no es una opinión inocente, sino una descalificación peyorativa hacia tradiciones profundamente arraigadas en la vida rural jiennense.

    Estos festejos no son una caricatura del toro bravo, sino celebraciones históricas, reguladas y asumidas colectivamente, con responsabilidad, seguridad y sentido comunitario. Reducirlas a un circo supone despreciar a los pueblos que las mantienen y a una parte esencial de su identidad cultural y económica. Resulta especialmente grave que ese menosprecio proceda del propio ámbito ganadero, cuando los festejos populares han sido claves para la supervivencia del campo bravo.

    El debate es legítimo; el desprecio, no. Quien desacredita la tradición de un pueblo demuestra no entender ni al toro ni a la tierra que dice defender.

    DIONISIO MARTOS
    MEDINA / BEAS DE SEGURA

    El patio de la calle se calienta

    A finales de noviembre las calles del centro de Madrid, a pesar del frío del otoño, la temperatura del ambiente se elevó de tal manera que la atmósfera se convirtió en veraniega. Las calles centrales de la capital de España, y más exactamente en los alrededores del templo de Debot y cercano al establecimiento hostelero, de gran fama, Mingo, fueron testigos de un “huracán” humano. Miles de personas acudieron a una concentración con la voluntad de mostrar su malestar contra el gobierno socialista y reclamar elecciones anticipadas.

    El presidente del PP, Núñez Feijóo acudió a la concentración junto a líderes de la formación que actuaban como anfitriones. La presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso y el alcalde de la capital, Martínez Almeida junto a otros líderes del PP.

    Se encontraban, acompañando al líder de la formación liberal conservadora, la portavoz en el Congreso, Ester Muñoz y el secretario de la formación, Miguel Tellado, entre los más destacados. Todos ellos se convirtieron en los portavoces de la indignación. Almeida y Ayuso fueron los “teloneros” del líder del PP. Todos ellos pusieron voz a la indignación de los ciudadanos que les produce la corrupción socialista y del gobierno. La concentración convocada por el PP, aunque dicha convocatoria fue de carácter abierto. Todos los ciudadanos con independencia de su ideología o filiación política estaban convocados que se celebró sin ningún incidente. Un hecho que demuestra, una vez más, la madurez y responsabilidad de la sociedad española.

    De esta manera daban un ejemplo a la izquierda y a los “cachorros” de la nostalgia del terrorismo, porque los ciudadanos de a pie están muy lejos de la confrontación que en ocasiones somos testigos de ellas en el Congreso de los Diputados y en las calles con la violencia de esos cachorros alumnos de la Kale Borroca. A pesar del enfado e indignación, expresada en el Templo de Debod, ninguno de los allí presentes, mostró su protesta más allá de lo racional. Muy al contrario de lo que una parte de la sociedad, animada por el Ejecutivo protagonizó impidiendo de manera violenta, la celebración de una etapa de la vuelta ciclista a España en las calles de Bilbao.

    Los concentrados en el Templo de Debot dieron una auténtica lección a todos aquellos que no han sabido expresar su indignación de manera ordenada y respetuosa hacia el resto de la sociedad.

    Al mismo tiempo, de los convocantes a la concentración, también deberían tomar buena nota el gobierno de España. En ningún momento alentaron a los que acudían a la concentración que actuaran de manera anárquica. Más allá de lo que en la concentración se dijo se encuentra el ejemplo que dieron los ciudadanos que acudieron a la convocatoria reivindicativa y sus convocantes.

    FERNANDO CUESTA GARRIDO

    La codicia
    rompe el saco

    La codicia es un sentimiento poderoso que puede llevarnos a cometer actos irresponsables.

    En un pequeño pueblo vivía un hombre llamado Tomás, conocido por su insaciable deseo de riqueza. Siempre buscaba la manera de obtener más sin importarle las consecuencias.

    Un día escuchó hablar de un tesoro escondido en las profundidades de un bosque cercano. Sin pensarlo dos veces, se adentró en la espesura en busca de fortuna. Con cada paso, su codicia crecía. Tras avanzar con dificultad por un estrecho sendero plagado de hierbajos durante varios días, llegó al lugar donde, según decían, se encontraba el tesoro. Lleno de emoción, abrió su saco y comenzó a llenarlo con monedas de oro y joyas brillantes. Pero estaba tan cegado por el deseo de tener más que no se dio cuenta de que el saco estaba viejo y roto.

    Siguió metiendo tesoros sin detenerse, pero el peso fue tal que el saco terminó por rasgarse del todo, dejando caer todas las riquezas al suelo. Tomás quedó atónito al ver cómo su codicia había arruinado su oportunidad.

    En ese momento comprendió el verdadero significado de la frase: “La codicia rompe el saco”. Su afán desmedido por acumular riquezas lo llevó a perderlo todo. Desde entonces, Tomás aprendió a valorar lo que tenía y a controlar su codicia desenfrenada.

    ANA CACHINERO / JAÉN

    ¿Quién viene?

    En las últimas elecciones, la izquierda gritó “¡Que viene la derecha!” y la derecha replicó con “¡Que viene el sanchismo!”. Ningún bloque, se atrevió a gritar lo que urge: “¡Que vienen los problemas reales de los votantes!”. Mientras los partidos agitan miedos ideológicos, la sanidad colapsa con listas de espera eternas, la vivienda se encarece hasta ser inalcanzable para los jóvenes, los salarios no cubren la inflación y los pueblos se vacían de servicios y oportunidades. El ciudadano de a pie, que madruga para llegar a fin de mes o encadenar empleos precarios, se siente ignorado en unos discursos obsesionados con el rival, no con sus facturas ni preocupaciones. No sorprende el auge de la abstención. En Extremadura, esta subió 8 puntos, un síntoma de hartazgo: demasiados eslóganes, cero soluciones. Esta dinámica erosiona la democracia; muchos se quedan en casa y otros miran con recelo a opciones extremas. Es hora de que los partidos cambien el guión: menos miedo al otro, más compromiso con la sanidad, la vivienda asequible, salarios dignos y futuro para los pueblos. Solo gritando “¡Vienen los problemas reales y hay que resolverlos ya!” recuperarán la confianza perdida. De lo contrario, la desafección crecerá. Y el consenso, ¿para cuándo? ¿Cuál será la abstención en Aragón, Castilla y León...?

    PEDRO MARÍN USÓN

    Cartas de los Lectores
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