Los peores pirómanos

    27 ago 2025 / 09:12 H.
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    Sí, los que están causando más daño a España son, sin duda, los que intentan dividirnos echando la culpa de todos los incendios a los que sienten, creen u opinan de otra manera, en vez analizar primero lo que más saben: los defectos propios y de su grupo para comprender mejor los de los demás y coordinarse bien, puesto que, ya o pronto, nos ha dañado a todos.

    DIEGO MAS MAS / MADRID

    Enfermedad casi crónica

    Los homenajes a los asesinos terroristas de ETA y las manifestaciones en favor de los presos de la banda terrorista se han normalizado. Esos presos que han si-do condenados por formar parte de una banda asesina, xenófoba y racista que lleva a sus espaldas 850 asesinatos, son los reivindicados por una parte de la sociedad para que se pongan en libertad, sin haber asumido en su totalidad su delito.

    Desde la cercanía a todo ese ambiente miserable, considero que la sociedad vasca —de la que formo parte— es una sociedad que “debe pedir cita para la consulta médica”. Estamos tolerando que las calles de nuestros pueblos, barrios y ciudades se llenen de miseria moral. Toleramos e incluso asumimos que esos miserables asesinos se pongan en libertad antes de cumplir sus penas.

    Asesinos como Chapote, que en su trayectoria cobarde descerrajó un tiro por la espalda y atado sus manos a Miguel Ángel Blanco Garrido. Le disparó sabiendo que no iba a morir en el acto debido a la clase de munición que fue utilizada. Optó porque tuviera una muerte lenta con una agonía inconsciente, pero dolorosa.

    Asumimos que el nacionalismo separatista y asesino ocupe las calles reivindicando las tareas asesinas de una banda criminal que amenazó y ejecutó a cientos de compatriotas. Asumimos que se debe poner en libertad a esos asesinos sin asumir la “factura total” por matar, porque se nos ha inoculado que mantenerlos en prisión es un acto de venganza. Todo esto tiene un diagnóstico social. El País Vasco, una parte de España, se encuentra enferma.

    Una sociedad sana, una sociedad democrática y sin complejos “empujaría” al estercolero a todas las gentes que arropen a los pistoleros de ETA. Una sociedad que respeta la ley, el estado de derecho y la libertad, arrincona a todos aquellos que buscan pisotear los principios y valores de una sociedad democrática. Una parte de España, Vascongadas, tiene una “enfermedad” muy grave. Se llama “indolencia”, una enfermedad que tal vez se haya cronificado.

    FERNANDO CUESTA GARRIDO / VITORIA

    Ecos de un tiempo pretérito

    En el filo de la historia, como si esta tuviera memoria y voluntad propia, se esbozan extrañas simetrías. Hoy, cual viejo disco rayado con el mundo girando desconfiado y crispado por crisis múltiples, desigualdades crecientes y un hartazgo generalizado hacia ciertas élites, los ecos del periodo de entreguerras vuelven a hacerse audibles.

    Entonces, tras la Gran Guerra, el mundo estaba descompuesto. Europa era un continente lleno de dolor, devastado, ruinas y promesas rotas. Las democracias liberales, recién implantadas en muchos países, se tambaleaban frente al empuje de fuerzas que prometían orden, orgullo nacional y unidad frente al caos. Alemania, humillada y empobrecida, fue el crisol del resentimiento, y en sus calles floreció el fascismo como reacción brutal al miedo y la incertidumbre.

    Hoy, aunque de momento no hay trincheras generalizadas, hay otras heridas. Las crisis económicas —la de 2008, la pandemia, la inflación, el desempleo— han dejado huellas profundas. En muchas naciones, el ciudadano común se siente traicionado, ignorado por políticos tecnócratas y desplazado por una globalización que no reparte sus frutos equitativamente. De este modo, como en los años 30, la frustración vuelve a ser el caldo de cultivo perfecto para los discursos del odio.

    Los nuevos fascismos no marchan con uniformes, pero sí con banderas. Tienen canales en redes sociales en lugar de emisoras de radio, pero gritan lo mismo: que la culpa la tienen los otros, los diferentes, los débiles, los de fuera. Como entonces, el lenguaje se vuelve tan agresivo que debilita las instituciones. El ciudadano temeroso acepta que se cuestionen las elecciones, se normalicen las mentiras y se desprecie la prensa libre.

    También ahora, como entonces, hay un vacío emocional. En los años de entreguerras, el sentimiento de comunidad estaba roto, y surgieron líderes carismáticos que prometían devolver la dignidad y la grandeza perdidas. Hoy, vemos un fenómeno similar: figuras autoritarias, populistas, que ofrecen soluciones simples a problemas complejos, que dicen lo que “nadie se atreve a decir”, y que excitan nuestro cerebro reptiliano.

    Y al igual que ocurrió entonces, el mundo está revuelto. La guerra en Ucrania, el genocidio en Oriente Medio, las pugnas entre potencias, la crisis climática —todo parece sacudir un orden mundial que cruje como un edificio con cimientos decrépitos. El multilateralismo se erosiona, las alianzas se tambalean, y el miedo vuelve a dictar las decisiones.

    Pero no todo está perdido. La historia también enseña que el fascismo fue derrotado, y que de sus cenizas surgieron acuerdos y estructuras que, con todos sus fallos, evitaron otra catástrofe durante décadas. Tal vez el verdadero reto sea reconocer las señales a tiempo para escribir un final distinto.

    El mundo de hoy se parece al de ayer, sí. Pero, con sentido común, aún podríamos estar a tiempo de escribir otro final. Y, aunque realmente no lo creo, es lo que espero.

    MIGUEL FERNÁNDEZ-PALACIOS

    Israel pudo evitar el ataque

    El Mosad, servicio secreto de Israel, comunicó varios días antes del 7 de octubre a Benjamin Netanyahu y su Gobierno un movimiento fuera de lo normal de la guerrilla de Hamás cerca de la frontera de Israel, pero Netanyahu y su ministro de Defensa no tomaron medidas para que el Ejército estuviera preparado para repeler un posible ataque de Hamás. Y el ataque terrorista se produjo finalmente el día 7 de octubre de 2023. La pregunta es: ¿por qué el presidente Benjamin Netanyahu y su ministro de Defensa no tuvieron en cuenta la información del Mosad que avisaba de un posible ataque de Hamás y que habría evitado la masacre que ocurrió? También podemos pensar que Netanyahu tenía un plan previsto si ocurría el ataque de Hamás en la frontera con Gaza que después puso en práctica con la invasión de Gaza y el bombardeo a la población civil sin piedad. Las consecuencias son más de 61.000 personas civiles asesinadas, de ellas 19.000 niños y niñas inocentes asesinados. Israel bloqueó las fronteras con el único objetivo de impedir la entrada a Gaza de ayuda humanitaria: comida, agua y medicinas. Por este motivo, ya han muerto de hambre varios cientos de niños.

    PEDRO CHICA CAZALILLA / JAÉN

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