Peores que los parlamentarios

    03 mar 2022 / 16:36 H.
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    Andalucía es una tierra con una hegemonía muy peculiar. Es una tierra de relevancia sin igual. Es una tierra: de ondas tradiciones, de genios, de personas ilustres, de eminencias, de sabios, y de santos; que ellos también cuentan, aunque quizás desde hace siglos algunos estén ya inmortalizados en bellas imágenes esculpidas en dura piedra y en una muy antigua catedral. Todos unos y otros configuran nuestra historia, yo diría mejor nuestra gran historia. Una historia en la que todo importa, y además todo se entremezcla de una forma primordialmente peculiar. Contamos con una variedad: de costumbres, de personajes, de vivas realidades, de arte, de ciencia, de talento, de vibración vital y con hegemonía propia. En nuestra forma de ser destaca el hecho de ser como somos; somos como los demás, pero en nuestras vidas hay una chispa que le da a nuestro ser un algo que nos distingue. ¿Será el sol? Podría ser. ¿Será el clima? También podría ser. ¿Será nuestra pacífica bonanza? Podría ser. ¿Será ese arte oculto que corre por nuestras venas y da dinamismo vibrante y emotivo a nuestro ser? Podría, desde luego, ser. Nuestros mares también juegan en ello, tienen un lugar importante, dando a nuestras playas un algo que las distingue. Nuestras sierras también tienen un lugar de privilegio y una belleza que va in crescendo con el tiempo. Nuestros ríos dan identidad propia a nuestra tierra. Decir Guadalquivir es decir Andalucía. Pero ante todo esto estamos los andaluces. Cuándo vienen de fuera tantos y tantos no vienen a ver este paraje, ni a este otro; vienen a vernos a nosotros. A hablar con nosotros. A conocer nuestra lengua y sus peculiaridades. Vienen a oír ese “quillo” que a nuestra esencia pertenece. Vienen a nuestros carnavales, para ver cómo somos y qué decimos. Vienen a nuestras tradiciones religiosas y culturales para empaparse de nuestra fe viva y operativa. Vienen a ver las lágrimas del que reza, y la oración callada del que brinda a su Cristo o a su Virgen ofreciéndole su propia intimidad. Vienen a ver nuestras procesiones, pues ellas están llenas: de arte; de sabiduría popular; de amor a lo divino; de devoción: colmada de sentimientos; de lágrimas: repletas de peticiones. Vienen a ver: nuestro trabajo, nuestra artesanía, nuestro talento manual, nuestro saber ser y estar. Vienen a ver: nuestros olivos, nuestra azahar, nuestras viñas, nuestra crianza; y a nuestros campesinos que, —un día y otro— calladamente, consiguen que nuestra tierra de fruto. Ese fruto sabroso del que todos tanto disfrutamos y el que todos deseosos anhelamos.

    Quiero acordarme que los mejores años que escuché de flamenco (en cante, baile y guitarra) fueron de 1950 al 1995, en festivales de verano, peñas flamencas, plazas de toros, teatros y otros lugares. Tuve la suerte de escuchar en vivo a: La Niña de Antequera, La Paquera de Jerez, Rocío Jurado, Bernarda y Fernanda de Utrera, Rosario López, Carmen Linares, Aurora Vargas, Esperanza Fernández, La Macanita, Marina Heredia, Ángeles Toledano, Gema Jiménez, Belén Vega, Vicky Romero, Mayte Martín, Argentina, Amparo Heredia, Rafael Farina, Porrina de Badajoz, Canalejas de Puerto Real, Antonio, Curro y Manuel Mairena, Fosforito, Antonio Núñez “Chocolate”, Borrico de Jerez, Terremoto de Jerez, Manuel Agujetas, Sernita de Jerez, Luis Caballero, Juanito Villar, Juan Varea, Miguel Vargas, Pansequito, Curro de Utrera, Naranjito de Triana, José Sorroche, Rafael Romero “El Gallina”, José Menese, Curro Malena, Rancapino, Canela de San Roque, Fernando Montoro, David Palomar, Antonio Reyes, Jesús Méndez, Pedro “El Granaíno”, Carlos Cruz, Joselete de Linares, Eduardo Martínez “Niño Jorge” y todas las mejores voces flamencas de los 70 últimos años. En baile, a Carmen Ledesma, Lalo Tejada, Manuela Carrasco, María del Mar Moreno, Marina Aranda, Matilde Coral, Merche Esmeralda, Pepa Montes, Antonio Gades, Antonio Ruiz Soler, Farruco, Javier Barón, Mario Maya, Sergio Aranda y varias figuras más. En guitarra, a Antonio Carrión, Antonio Gómez, Antonio Higuero, Chaparro de Málaga, Eduardo Rebollar, Enrique de Melchor, Fernando Rodríguez, Joaquín Linares “Niño de la Leo”, José Luis Postigo, José Rojo, Juan Ballesteros, Juan Carmona “Habichuela”, Manolo Franco, Manolo Sanlúcar, Moraíto Chico, Paco Cepero, Paco de Lucía, Pascual de Lorca, Pepe “Habichuela”, Manuel Herrera, Manuel Valencia, Miguel Salado, Niño Elías, Niño Jero, Paco Cortés, Quique Paredes, Miguel Ángel Cortes y Pedro Sierra. Es posible que se me olvide alguna figura digna de nombrar.

    Me animó ver anunciada una manifestación pidiendo que todos los parlamentarios dimitieran. Pero, al investigarla, resultó que dicha protesta, programada desde hace una semana, era nada menos que de los antivacunas. No mejoraremos mientras no consigamos educar a todos para que sepan elegir mejor a quienes confían la defensa de sus derechos que a quienes deberían entrenar a su equipo de fútbol. No es tarea fácil educar bien, porque los corruptos intentan hundir la instrucción pública, fomentando la privada, solo para sus cómplices.

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