El socialismo del siglo XXI trastoca mis emociones

    20 ago 2019 / 11:17 H.

    El nacionalismo es tan insolidario, inhumano, que corrompe incluso a quienes creen estar trabajando por los derechos humanos ajenos. Tengo ante mis ojos una proclama contra las políticas neoliberales del 7G que se reúne en Biarritz. Anuncia una contracumbre internacional en Irún, por más de cien sindicatos, ONGs, etcétera. Pero la imagen presenta a personas con carteles que solo dicen “G7 EZ”, lema ininteligible para casi todos sus futuros participantes. Otro grupo internacional viajó el año pasado de aquí hasta Grecia para defender a los refugiados. Yo los conocía y apoyé, eran muy buena gente. Pero muchos de sus carteles no estaban en la lengua de esos países, o en inglés, sino en catalán. La peste insolidaria nacionalista es muy honda y viene de muy atrás. Hace años se celebró en Valencia un congreso internacional contra el fascismo. Hubo un aviso de bomba y un desalojo. Pero no se dio aviso primero en las lenguas de la mayoría de los participantes, sino en valenciano. Si esto no es nacionalismo puro, fascismo hasta la muerte del otro, ¿qué es? El franquismo ha dejado demasiados hijos rebeldes, que en venganza pretenden superarlo haciendo en su pueblo otro nacionalismo más fuerte y perdurable, más inhumano aún, en lo hoy posible, que el nacionalsindicalismo o el nacionalsocialismo anterior. En eso han naufragado muchos izquierdistas, amigos míos. Aquí no hay quien viva tampoco así.

    El Ministerio de Educación y Formación Profesional hacía públicos los criterios de ayudas para comedor y transporte escolar en el único territorio de su competencia directa, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. A la hora de establecer los baremos ha discriminado a los siete mil alumnos de la enseñanza concertada en esas ciudades, para los que no se contemplan estas ayudas, con el consiguiente gasto añadido para las familias. En una aclaración del Ministerio, se utiliza el argumento de que la convocatoria es la misma que en años anteriores, por lo tanto, no se ha modificado lo que se venía haciendo hasta ahora. Una respuesta que deja mucho que desear para una política que debe adaptarse a las demandas y necesidades de los ciudadanos. La sospecha es que con esta decisión de los socialistas se inicie un proceso de adelgazamiento de la educación concertada en España.

    La Corte de Apelaciones ha revertido el fallo que obligaba a una mujer con discapacidad a abortar, en contra de su voluntad y la de su familia. Una cultura de la muerte, tan arraigada también en el Reino Unido, donde el aborto es prácticamente libre, da una vuelta de tuerca más, y se contradice incluso a sí misma en su defensa de que en las decisiones morales ha de primar la voluntad personal por encima de todo. En este caso, con la madre y con su familia en contra, el Estado ordenaba a la mujer que abortara, cayendo incluso así en la habitual falacia que sostienen los proabortistas, cuando afirman que se trata de extender supuestos derechos y que a nadie le obligan a acogerse a ellos.

    Me detengo un momento en mis recovecos literarios, novelísticos, para expresar un sentimiento filosófico que me inunda las entrañas, a través del pensamiento y de lo que percibo y sufro a diario en calidad de ciudadano. Desde hace un tiempo a esta parte, presiento, no sin razones sociales, que la deriva del socialismo del siglo XXI ya no colma mis expectativas ideológicas, y mucho menos económicas. El socialismo de Fernando de los Ríos, de la socialdemocracia liberal de los años veinte del siglo pasado, inunda mi espíritu desde los umbrales de mi existencia, más por doctrina de vida y crianza, sin embargo, que por convencimiento personal. El socialismo de hoy, no obstante, ha desmoronado los cimientos ideológicos de la clase obrera y ha favorecido la desigualdad y la pobreza social dentro de un marco de riqueza descomunal, en reparto injusto, desigual. El socialismo burgués de hoy me aboca a presagiar un progreso de retroceso incierto y de incertidumbres sociales que se enmarcan en el totalitarismo administrativo, encubierto y camuflado, a beneficio de represión de bienestar y libertad. No me caben dudas de que el socialismo encarcela el crecimiento de bienestar y me restringe la libertad de acción y de pensamiento, a favor del capitalismo neoliberal. La socialdemocracia como tal, la del socialismo actual que defiende “la igualdad” y proyecta y emprende leyes contrarias a la propia igualdad jurídica, ha dado paso a un sistema totalitario que se desmarca del feminismo igualitario, desprotege al ciudadano y lo persigue por clase o condición, a través de leyes populares. Al contrario de lo que promete, el socialismo moderno carga al ciudadano de impuestos, desprotege las fronteras y deja a las familias a la deriva de la equidad y a las puertas de la pobreza. En contraprestación presiento que las políticas de la izquierda contemporánea encarcelan mi libertad bajo pretexto de igualdad virtual. Y no es menos cierto que deja mi necesidad de crecimiento y bienestar en manos del capitalismo neoliberal y encarcela la libertad de prensa, aún por conquistar, mientras deteriora el feminismo igualitario con manifiesta desigualdad jurídica y procesal.